“SEÑOR, ¡ÁBRE LAS PUERTAS QUE NOS IMPIDEN VER TU GRAN PODER!”
¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!
¡Salve, oh Padre Amadísimo! ¡Bendito seas!
Hoy he invitado a mis hermanos y amigos del alma a que, gozando de Tu Presencia, ¡veamos cómo las puertas que han permanecido cerradas, por fin nos las abres! Para que viendo las enormes murallas que nos impidieron verte, ¡finalmente se derribaron! Para que, acostumbrados a ver una vida de subsistencia miserable, ¡ahora, contemplamos el esplendor de Tu riqueza en gloria, convertido en nuestra bendición!
La espera confiada y paciente, ¡da sus frutos! La fe inquebrantable, ¡Produce lo extraordinario! La esperanza que nos hace perseverar, ¡Ve logrados todos sus sueños! ¡El amor divino que habita en nuestros corazones, ¡construye maravillas!
¡Qué incomprensible es Tu proceder! ¡Qué lecciones nos das para poder obtener la victoria! ¡La lucha incansable nos hace abrazar Tu inmensa e increíble bondad! ¿Quién puede comprenderte, oh Padre Santísimo en Tu sabio proceder? ¿Quién que luchando y viendo sus limitaciones, no Te invoca, clama a Ti y Tú le fortaleces? ¿Quién estando a punto de caer en la desesperación no siente que una fuerza poderosa lo llevó al éxito increíble e inimaginable?
¡Gracias, Padre bendito! ¡Mil veces gracias! Desde mi trinchera de lucha, aunque aturdido por tantas perturbaciones atmosféricas llenas de negros nubarrones, de vientos que son signo inequívoco de algo desastroso y de rayos tan potentes que solo presagian destrucción, muerte y miseria, ¡de momento se desvanecen y aparece un día tan lleno de esplendor y de esperanza, que solo Tu mano omnipotente pudo haberlo hecho!
¡Hoy se hizo la salvación del mundo! ¡Te alabamos porque realmente hemos visto la Verdadera Luz! ¡Hemos recibido el Espíritu Celestial! ¡Hemos palpado y comprobado la riqueza de la Verdera Fe! Y por eso mismo, oh Trinidad Santísima, ¡Te agradecemos, Te alabamos, Te bendecimos, ¡Te adoramos postrados y fortalecidos en Ti! Amén.
