Cultura

Parque “Julio Molina” y una anécdota

Por estas fechas se está realzando el llamado clásico mundial de béisbol, con la participación de veinte países de América, Europa, África, Asia y Oceanía. Es decir, los cinco continentes. El evento se realiza en el estadio de los Diamondbacks de Arizona en las Ligas Mayores, con llenos totales en todos los partidos. Sin embargo, en ningún noticiero de la televisión abierta, absolutamente en ninguno, se dice una sola palabra acerca de tan trascendental campeonato. Como soy muy mal pensado y los que manejan los medios masivos de comunicación son en un 99.9% contrarios, aunque ellos no quieran, SU presidente constitucional mismo, al que es sabido es un gran apasionado al “rey de los deportes”, el más hermoso de estos y lo practica en una liga de veteranos de la Ciudad de México, en la que participan ex jugadores de Grandes Ligas Mexicana, como “Chito” Ríos o el “Flamingo” Bojórquez, entonces, como a AMLO le agrada el juego son tan obtusos de mente, que piensan que hablar de béisbol en sus espacios de noticieros deportivos es hablar bien de Andrés Manuel López Obrador.

Esto me viene a la mente al recordar cómo desde pequeños a mi hermanito Ricardo, recién fallecido, mi mejor amigo y a la única persona en el mundo a la que le tenía plena confianza, la ausencia más dolorosa que tengo hoy en día, y a su servidor, mi padre nos inculcó el amor a este deporte llamado béisbol.

Acudíamos a todos los juegos de los recién ingresados a la Liga Mexicana, Leones de Yucatán, al mítico y hoy extinto parque Carta Clara, pero cuyo verdadero nombre era: parque “Julio Molina”, en honor al más grande pitcher yucateco de la historia. Un juego en aquel estadio, con capacidad para ocho mil espectadores, y de los primeros con alumbrado para juegos nocturnos. Los otros eran el recién demolido parque del Seguro Social de la Ciudad de México y el de Nuevo Laredo, de ahí el sobre nombre de “Tecolotes”.

Pues bien, llegábamos al parque con gran alegría, de la mano de papá. Las gradas se dividían en: general, intermedia y preferencia, aparte de los palcos. Se percibía un ambiente muy familiar, ya que se puede decir que todos nos conocíamos. Ahí comenzó el famoso Miguelito a vender sus pastelitos con su pregón de la canción el “hierverito”. En punto de las 8:30 p.m., después de mirar las prácticas de ambos equipos se escuchaba por los magnavoces una inolvidable y nasal voz: “distinguida concurrencia, muy buenas noches, a continuación los lines ups de los equipos contendientes de la noche de hoy”. Se trataba del icónico anunciador Carlos Castillo Barrios.

Y el juego comenzaba. Infalibles aficionados, Canché con su famoso grito de: ¡Ya llegué! Todos mis primos y tíos sin faltar ninguno, así como amigos y conocidos del estadio. Uno podía caminar por todo el campo con toda tranquilidad, saludando a gente a diestra y siniestra y gritando frases de aliento a los Leones y ofensivas para el contrario. Cuando se jugaba contra los odiados Diablos de México, la gente remataba las gradas y se tenía que jugar con público en la raya de serball. El villano favorito de los yucatecos era el enorme gigante de ébano primera base, Alonzo Perry, quien durante una bronca en la que el público arrojaba proyectiles, éste gran pelotero se subió a las gradas con un bate en la mano, haciendo huir a la gente.

Mención aparte merece el primer título logrado en el año de 1957 y al que acudimos al recibimiento mi hermanito y yo al parque Hidalgo, ya que los peloteros, que entre paréntesis estaban muy identificados con los yucatecos (de los pueblos venía gente en camiones a los juegos), saludaban desde los balcones del Gran Hotel. Sin tanta tecnología como la de hoy, en el Carta Clara se respiraba, se palpitaba, un ambiente mucho más beisbolero que en la actualidad. ¿Mejor o peor? Simplemente diferente. Más personalidad él estadio de béisbol “Julio Molina”.

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