
“Catarino Maravillas, Catarino Maravillas”
“De noche cruzó la mar;
llegó de Cuba la bella
y nadie lo fue a esperar”.
Corrido de la Revolución Mexicana
Popularizado por Ignacio López Tarso.
Nuestro Cine Mexicano, cuenta con figuras que son verdaderos monstruos del celuloide. Actrices como María Félix, Dolores del Río, Andrea Palma o Elsa Aguirre, escribieron páginas de oro de la cinematografía nacional. Actores como Fernando, Domingo y Andrés Soler, Joaquín Pardavé, Jorge Negrete, Pedro Armendáriz o Pedro Infante, dieron a conocer nuestro cine al mundo. Entre estos nombres, hay que agregar sin duda ninguna, el de Ignacio López Tarso. Su nombre está inscrito junto al de estas insignes estrellas, por brillo propio. Con una larguísima y fructífera carrera, López Tarso es con toda justicia una gran estrella del teatro y del cine mexicanos.
López Tarso, nace en la Ciudad de México el 15 de enero de 1925. Su familia carecía de recursos, por lo que tuvo pocos estudios. Con la ilusión de continuarlos, entra al Seminario Menor de Temascalcingo, Estado de México, pero descubre que el sacerdocio no es su vocación y sale de la institución. Incursiona también en la carrera de las amas, donde llega a obtener el grado de Sargento Primero, pero aquella tampoco era su vocación, así que también se aleja de la milicia. Con un grupo de jóvenes como él, se marcha a los Estados Unidos como bracero, ahí tiene un terrible accidente, cayendo de un alto árbol, y vuelve a México sin dólares, pero con muchos dolores, y tarda en recuperarse más de un año.


En su infancia, en Guadalajara, había presenciado una función en un teatro de carpa, la cual le causó una profunda impresión que le marcó la vida. En 1949, apenas recuperado del accidente y con veinticuatro años, toma el camino que habría de ser el amor de su vida, ingresa a la Academia de Arte Dramático del Instituto Mexicano de Bellas Artes, donde es discípulo de Xavier Villaurrutia, quien marcaría profundamente su vida de actor. Al calor de Villaurrutia entabla relación con Xavier Rojas, fundador del grupo Teatro Estudiantil Autónomo, al cual se incorpora con gran entusiasmo y en el cual empieza a desarrollar una brillante carrera histriónica. El grupo utiliza todos los espacios a su alcance, así que actúan en plazas, parques, mercados, prácticamente en cualquier lugar de la Ciudad de México, donde adquiere gran cercanía al público. Villaurrutia muere en diciembre de 1950, así que el grupo de jóvenes actores queda bajo la égida del gran maestro Salvador Novo, quien también deja una gran influencia en su formación. Su debut actoral como estudiante lo hace en “El Sueño de una Noche de Verano” de William Shakespeare.
Profesionalmente lo hace en 1951, con la obra “Nacida Ayer” de Garsson Kanin.
Debuta en el cine en 1954, con la película “La Desconocida”, filme que resulta intrascendente en su currículum. El año de 1959 resulta crucial en su carrera, pues Roberto Gavaldón lo invita a protagonizar “Macario” que sería el gran detonador de su trayectoria, con argumento de Bruno Traven y guion de Emilio Carballido; el filme resulta multipremiado y el nombre de López Tarso empieza a brillar en el mundo del cine mexicano. En 1961, filma “Rosa Blanca” que le significa ser galardonado. En 1963, filma una de las películas más entrañables del cine mexicano, “Cri Cri, el Grillito Cantor”, la vida de Francisco Gabilondo Soler; a ésta siguen importantes cintas como “El Hombre de Papel”,” “El Gallo de Oro” y “Tarahumara”, que consagran su carrera en el cine. Le siguen “La Vida Inútil de Pito Pérez”, “Rapiña”, “El Profeta Mimi” y “Los Albañiles”, que la consolidan.
Fue dirigente de importantes agrupaciones como la Asociación Nacional de Actores, la Asociación Nacional de Intérpretes, el Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica, recibió el nombramiento de miembro honorario del Seminario de Cultura Mexicana. Su carrera actoral, tanto en el cine como en el teatro fue larguísima y era una referencia obligada en estos dos géneros artísticos.
Dos veces tuvimos el privilegio de verlo en escena aquí en Mérida, la primera vez, en 1981, en el Cine Maya, con la obra “Equus”, de Peter Shaffer, alternando con Jaime Garza y bajo la dirección del yucateco Enrique Gómez Vadillo. En esta obra, López Tarso representaba a un psiquiatra que trataba de curar a un adolescente cuya obsesión giraba en torno a los caballos. La segunda fue bastante reciente, como parte del FICMAYA, se presentó en el Teatro Peón Contreras, con la obra “Un Picasso”, alternando con la costarricense Gabriela Spanic, y bajo la dirección de Salvador Garcini. En esta puesta, López Tarso caracterizó al mismo Pablo Picasso y lo hizo magistralmente a sus noventa y dos años. Una verdadera lección de profesionalismo, pues estuvo de pie por dos horas, y sin una falla en sus parlamentos. Esa maravillosa puesta fue en noviembre de 2017 y fue un éxito total.
Ahora, el día 11 de marzo de 2023, con noventa y ocho años de gloriosa vida, su cansado corazón se cansó de latir y, serenamente, la existencia de este inigualable monstruo de nuestro cine y nuestro teatro se retiró de este mundo material para ocupar su lugar en el eterno mundo de las artes.


¡Vuela alto Ignacio, que te vamos a añorar!