El reloj de campanas del Hospital Agustín O’Horán

El año de 1906 fue histórico para Yucatán, fue la primera vez que un presidente de la república visitó el estado. Esta histórica visita, la realizó el Gral. Porfirio Díaz y constituyó un hecho memorable en el registro de la vida diaria de la capital y también del interior del estado. Existe una amplia crónica de esta visita, de los actos que el presidente realizó, de las obras que puso en servicio, del gasto que la visita ocasionó, pues los oligarcas yucatecos echaron la casa por la ventana, elaboraron grandes arcos conmemorativos desechables, ofrecieron suntuosos bailes e históricos banquetes, la sociedad toda se volcó en participar en alguna forma en la memorable visita. La visita de Porfirio Díaz a Yucatán dejó profunda memoria y obras públicas de relevancia, que este gobernante puso en servicio en su estancia en nuestra entidad.
El primer acto de Porfirio Díaz en su visita a Yucatán, fue la inauguración del monumento al Dr. Justo Sierra O’Reilly, en la glorieta que remataba entonces el Paseo Montejo. El Gral. Díaz, había arribado a Yucatán por mar, desembarcó en un buque de vapor en el muelle de Progreso, y se trasladó a Mérida por ferrocarril. Para facilitar su arribo al monumento a Don Justo Sierra, se construyó un espolón de rieles que partía de la calle 50, y desembocaba en la glorieta de Paseo Montejo. Posteriormente, esa vía férrea fue petrolizada y se convirtió en la Avenida Pérez Ponce, la cual es única y curva, porque era un espolón de ferrocarril.
En su visita, el Gral. Díaz puso en servicio varias instalaciones que son emblemáticas en nuestra ciudad: El Asilo de Enfermos Mentales “Leandro León Ayala”, hoy Centro Estatal de Bellas Artes; la Penitenciería “Juárez”, que hoy tiene diferentes funciones, incluso una sala de teatro; el Parque de la Paz, el que hasta hoy tiene el mayor número de árboles de la ciudad; el Hospital “Agustín O’Horán”, que hoy comparte sus instalaciones con otras dependencias; la Escuela “Nicolás Bravo”, en el barrio de Santiago; y puso en servicio la calle 59, una de las primeras en ser petrolizadas en la ciudad. Todas estas instalaciones y edificios constituyen un importante patrimonio arquitectónico de nuestra ciudad.

Desde su inauguración en 1906, el Hospital O’Horán tiene en su antigua entrada principal, una pequeña torre con un reloj de campanas, semejante al de la torre del Palacio Municipal de Mérida. Desde cualquier lugar de sus instalaciones actuales, el CREE, Yucatán FM, el CAPASITS, el Archivo general del Estado o la Secretaría de Obras Públicas, y el mismo hospital, las veinticuatro horas del día, las campanas del viejo reloj se dejaban escuchar con toda claridad y puntualidad. Su metálico sonido formaba parte del entorno cotidiano y normal, y alegraba las instalaciones día y noche. Esto es una realidad que era vigente hasta hace poco más de un año.
El antiguo reloj, siempre estuvo atendido y se le daba mantenimiento constante. Lo atendieron los mismos que le daban servicio al reloj del Palacio Municipal. Primero Don Porfirio Baz, luego Don Miguel Alcocer Gamboa y luego su nieto Felipe. Nunca se tuvo noticia de que cesaran sus funciones, que guardaran silencio sus campanas, nada, nunca, interrumpió sus funciones. Sus campanas alegraron siempre el entorno del Hospital O’Horán.
Desde hace diez meses, sin explicación alguna de por medio, el sonoro reloj del Hospital O’Horán se ausentó de su torre, ésta, tristemente, luce su nicho vacío, silencioso, sin el metálico sonido que dejó oír por más de cien años. ¿Qué ha sucedido con este reloj tan nuestro? ¿No hay quién nos de alguna explicación? Actualmente, la torre está ubicada en las instalaciones que corresponden a la Secretaría de Obras Públicas. ¿Quién es responsable de su mantenimiento? Diez meses son demasiado tiempo para pensar en una reparación. ¿No será que le gustó a algún funcionario y se lo ha llevado a alguna de sus propiedades? ¡Imaginemos este nuestro reloj en la torre de una antigua hacienda!
Esto que estoy sugiriendo no es nuevo, ha sucedido antes, sucedió con la fuente del Parque de san Juan, popularmente conocida como “La Negrita”. Fue retirada y llevada al jardín de casa de un gobernante, y fue el clamor popular lo que la hizo regresar a su sitio. Lo mismo sucedió con los candiles de Bacará de la sala de cabildos del Ayuntamiento de Mérida, fueron descolgados para limpieza, y aparecieron colgados en casa de un alcalde interino, y fue también el clamor popular lo que hizo devolverlos.
¡Mi voz se levanta hoy por le reloj del Hospital O’Horán! ¿Dónde está nuestro reloj? ¿Quién es responsable de su desaparición?
¡Invito a que se unan otras voces y hagamos que el reloj del Hospital O’Horán regrese al sitio que le corresponde!