Cultura

Christopher Collins da cátedra de violín en el quinto concierto de la OSY

Christopher Collins en su actuación con la OSY (1)
Christopher Collins en su actuación con la OSY.

El quinto programa de la XXXIX temporada de la OSY, resultó un monumento al romanticismo musical. Un programa breve, pero muy selecto, con tan solo dos números, alborotó y puso de pie al lunetario del Palacio de la Música, que se llenó en su totalidad. Ambas obras tuvieron un factor común, son expresión profunda de los sentimientos arrebatados por la pasión a dos almas sensibles; Max Bruch y Piotr Ilich Tchaikovski. Max Bruch, es un gran violinista y destacado compositor que empezó a sobresalir desde la niñez; a la temprana edad de catorce años, ya presentaba en las salas de concierto de su natal Colonia, Alemania, obras de gran nivel, como su Primera Sinfonía. Lo mejor de su producción lo escribió en su etapa otoñal, y son su Concierto para Violín en Sol menor y su Fantasía Escocesa, que fue la que se interpretó en este programa. Por su parte, Piotr Ilich Tchaikovski, es uno de los compositores rusos más grande de todos los tiempos. En el período romántico, Piotr rivaliza con el grupo llamado Glinka y los Cinco Grandes, éste, profundamente nacionalista, y Piotr mucho más universal, como lo demuestran sus obras como El Lago de los Cisnes, El Cascanueces, o La Bella Durmiente.

¡Qué fortuna es tener a Christopher Collins entre nosotros! Un violinista de calidad universal, que se ha integrado plenamente a la sociedad meridana. Collins, pudiera ser violín concertino de cualquier orquesta sinfónica del orbe, pero él permanece aquí por voluntad propia, y haciendo planes maravillosos para la cultura local. La generosidad de Christopher se desparramó este domingo en su magistral interpretación de la Fantasía escocesa de Max Bruch. Tuvimos la oportunidad de escuchar una interpretación de clase mundial con nuestra orquesta. Como un rasgo más de su adopción de nuestra ciudad como su hogar, Christopher se presentó para su actuación luciendo una elegantísima guayabera yucateca de exquisito gusto. Christopher Collins, fue alumno del destacado violinista Zino Francescatti, cursó estudios en los prestigiados colegios Curtis y Julliard, dónde obtiene sendos doctorados. Es Embajador Oficial de la Música del Departamento de Estado de los Estados Unidos de Norteamérica. Ha tocado bajo la dirección de destacados genios como Leopold Stokowski, Arthur Fiedler o Leonard Bernstein. Una de sus grabaciones fue seleccionada para ser colocada en la Cápsula del Tiempo de la sonda Voyager.

La primera parte del programa fue la interpretación de la Fantasía Escocesa de Max Bruch, que, técnicamente, es un complicado concierto para violín y orquesta, sólo que, un concierto tiene tres movimientos, y esta obra tiene cinco: Preludio: Grave, Adagio cantabile, Allegro, Andante sostenuto y Finale: Allegro guerriero. La obra contiene pasajes de profunda dificultad técnica, y exige del intérprete una profunda dosis de sensibilidad extrema. En la parte técnica, Christopher dio una verdadera cátedra en el manejo del arco y la digitación. En el plano de lo sensible, Collins nos abrió su alma. En los diferentes movimientos, Christopher desborda la pasión de su instrumento. Destaca en la obra los diálogos entre el violín y el arpa, y entre el violín y la flauta. Con una agitación en el alma, Collins nos va llevando hasta el final del último movimiento, en el que la pasión se desborda y el final de la obra resulta apoteósico. La sala estalla como un solo hombre, y se prodiga en una sonora, larga, trepidante ovación de pie, y llena de gritos de ¡Bravo!

Después del intermedio, el concierto reanuda con la Sinfonía No. 2 Op. 17, Pequeña Rusia de Piotr Ilich Tchaikovski. La apasionada obra de Tchaikovski, resulta una verdadera avalancha de pasión. La obra tiene cuatro movimientos: Andante sostenuto. Allegro vivo, Andantino marziale, quasi moderato, Scherzo: Allegro molto vivace y Finale: Moderato assai. Allegro vivo. Ya, en los títulos de sus movimientos, Piotr nos pone al corriente de lo complicado de su partitura. A lo largo de la obra, los solos se van dando con una belleza única. En el primer movimiento destacan los solos de corno y fagot. En las partes brillantes son esenciales las voces de los metales que dan un brillo apabullante al curso de la obra. El acento de las percusiones pone una emotividad esencial al curso de la sinfonía. El dueto, platillos bombo, contrasta con el profundo acento de los timbales, y en las partes de emotividad extrema, la voz del gong se deja venir como un trueno metálico sin precedentes. El final de la obra nos llega grandilocuente y vibrante. De nuevo, la sala estalla en tremenda ovación de pie, y acompañada de gritos de ¡Bravo! que retumban por la sala.

Salimos del Palacio de la Música, con el contraste de la emotiva pasión de Bruch y la avalancha pasional de Tchaikovski.

Deja un comentario

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba
error: Este contenido está protegido. Gracias.