
Llegó a los foros fílmicos por casualidad. Cursaba el 2º año de preparatoria cuando un grupo de compañeros que habían trabajado como extras en algunas cintas, lo invitaron a participar de la aventura del naciente cine sonoro mexicano.
Esta odisea le remuneraba cinco pesos diarios, pero como en todo viaje fantástico: los horarios no existen, así que trabajaba de seis de la mañana hasta las doce de la noche. Al terminar la preparatoria decidió que el Derecho era su camino. Sin embargo no dejó la extreada. Su contacto con las leyes lo impulsó a fundar un sindicato de extras, gracias al cual se consiguió aumento de salario, prestaciones, y que se les tomara en cuenta a la hora de los contratos colectivos.


Y como todo héroe trágico no pudo evadir su destino: durante un año no se le permitió entrar a los estudios del cine nacional.
Reincorporándose en 1938 a los foros con La casa del ogro, cinta dirigida por Fernando de Fuentes. Dato curioso es que el Fernando Pérez Garibay personaje interpretado por Arturo de Córdova, lo representaría David en Casa de vecindad (1950) –segunda versión dirigida por Bustillo Oro- bajo el nombre de Ramón Domínguez El Sabroso.
David siempre comentó que nunca se explicó como fue que los productores lo llamaron para comenzar a tener créditos estelares. Sin embargo la explicación es bien sencilla: la mejor manera de desaparecerlo como líder sindical, era volviéndolo estrella. O sea, involucrándolo más en la industria.



En una primera etapa de su carrera como galán, interpretó personajes que tenían mucho que ver con el cine negro, en donde los antihéroes son tan populares. A la distancia muchos de estos filmes representan un grano difícil de roer, sin embargo en estos filmes burdos y repletos de lugares comunes aún para su época, se puede apreciar un rostro que en close up brilla en la pantalla. Sí, un rostro numínico, característica propia de las estrellas: seres que poseen la capacidad de enamorar a la fría cámara y resplandecer en pantalla cautivando al espectador.
Podemos considerar que de todo su ciclo de cine negro, existe una película que posee cualidades a pesar de los handicaps a los que se enfrenta: Eterna agonía (1949), que tiene una base argumental desperdiciada; de no ser por esto, la cinta de marras podría aspirar a ser hermana menor de la posteriormente filmada en Norteamérica: A sangre fría, pues el argumento de Fernando Morales Ortiz estaba basado en un hecho real de la nota roja capitalina, así como los escenarios de la cinta se rodaron tanto en la Remita como en otros espacios reales de la ciudad de México.

