Opiniones

Inodoros en plena calle

Inodoro sobre cruce de avenidas
Inodoro sobre cruce de avenidas.

Un buen samaritano quizá creyó conveniente dejar un inodoro en plena calle para que cualquier transeúnte urgido pudiera satisfacer sus ansias al transitar por el rumbo.

            O también para que quienes están gozando de una parranda puedan hacer una parada técnica a fin de descargar la vejiga sin manchar ningún tipo de interiores.

            Pero también puede ser una cuestión artística, dada la tradición derivada de aquel orinal que como si nada ha dado pautas para considerar las implicaciones de lo inmundo a lo largo de más de cien años por delante y de miles de años atrás.

            ¿O será que está puesto a la venta?

            Ahí está don inodoro, bien alineado en relación a la banqueta, sin interrumpir el paso, aunque mostrándose como parte de un decorado urbano.

            Qué importa que hayamos pasado por una pandemia, la cual ya galopa hacia el olvido en el imaginario colectivo, y que sea un riesgo sanitario aunque nadie piense en tocarlo.

            Es obvio que su permanencia está garantizada ya que los trámites para que el Ayuntamiento de Mérida o la Secretaría de Salud paren los bostezos e inicien el largo proceso de retirarlo están por verse.

             “¿Para qué? ¿Quién está pidiendo retirarlo?”, dirán los decididos funcionarios. Y tal vez piensen incluso que se ve bonito donde está.

            No es el único. Junto a un lugar de comida en Prado Norte estuvo uno durante años y en tantas calles de Mérida se han visto en las calles durante meses inodoros completos o rotos. Y hay que esperar alguna espaciada descacharrización para que al fin sean levantados.

Cable incrustado en el camellón de la avenida Líbano en su cruce con la avenida Fernando Dájer Nahum.
Cable incrustado en el camellón de la avenida Líbano en su cruce con la avenida Fernando Dájer Nahum.

            Un antecedente ilustre fue cuando un inodoro engalanaba una mañana los arcos del Palacio de Gobierno en algún sexenio anterior. Inútiles fueron las peticiones de que lo retiraran, incluso alegando la mala imagen ante el sacrosanto turismo extranjero. Los policías eran mudas estatuas y los funcionarios a los que se acudió mostraban impaciencia ante la observación: “Sí, sí, ya se va a retirar, ya se va a retirar”. Estuvo un par de días más en el mismo sitio.

            ¿Y las cámaras de seguridad no se percataron? No, como ahora tampoco. Esas minucias no son dignas de la observación controladora que ejerce el poder.

A ver cuánto dura don inodoro en plena calle. Casi un insulto a la zona y a todo Mérida.

            Hablamos del cruce de las avenidas Líbano y Fernando Dájer Nahum, zona agradable y tranquila que no merece esta imagen.

            Tampoco merece un accidente de graves consecuencias. En el camellón ubicado en ese cruce hay una trampa metálica que enreda los pies provocando un tropezón que puede hacer caer a una persona a la acera donde los vehículos transitan.

            Intenté arrancar ese cable metálico, pero fue imposible, estaba bien arraigado, sin que se pudiera saber si tiene o tuvo algún uso que justificara estar colocado ahí. Su condición de fuente de peligro no está en duda.

            Son los hallazgos indeseados del caminante. Lo que le sale al paso como sorpresa negativa. Una andanza tranquila que se encuentra ante la insalubridad y la amenaza a la integridad física.

Jorge Cortés Ancona

Licenciado en Derecho, con Maestría en Cultura y Literatura Contemporáneas de Hispanoamérica. Es egresado del Doctorado en Literatura de la Universidad de Sevilla con una tesis sobre teatro y boxeo, y cuenta con un DEA (equivalente de maestría) de la misma institución. Ha impartido clases y cursos en diversas instituciones educativas y culturales sobre literatura e historia de las artes visuales. Ha escrito numerosos artículos y entrevistas sobre temas culturales y figura en varias antologías de poesía.

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