
Al hablar del Candidato D. Luis Muñoz olvidamos algunos detalles; por ejemplo, que en su juventud había ensayado el toreo, y lo más increíble, “la suerte de Tancredo”, que es cuando el torero permanece inmóvil, sin mover un solo dedo mientras el astado amenaza a aquella estatua viviente pero por algún motivo sin atreverse a embestirla.
En un dibujo del Dr. Urzáiz Rodríguez (“Reconstrucción de Hechos”) observase a don Luis de pie como una estatua sin mostrar el menor temor de que el cornúpeta lo ataque. Y el médico entra al juego del cultivo nombrando al todavía no candidato, “El Rey del Valor”.
También olvidamos mencionar que Goyito Zavala y Muñoz fueron contemporáneos con la diferencia (gran diferencia) que la gente le brindó al Candidato y la de Goyito. Esto es: donde acudía Muñoz todo eran vivas y aplausos, invitaciones al café, a la cerveza, a la pelota, al cine, etcétera; en cambio ya leímos el trato de mendigo o de hombre malo que le ofrecía a Zavala.
Yo los conocí a ambos (creo que algo de eso digo en mi sección de ayer referente a Goyito). Goyito vestido como un mendigo siempre, perseguido y vituperado por la gleba que le arrojaba objetos y lo colmaba de ofensas, mientras que al Candidato el pueblo le tenía como si fuera un verdadero Candidato y un futuro Gobernador y lo invitaba a la greca, a la copa, al buen comer y todos lo apapachaban cuando hacía su entrada triunfal a La Balsa, su café y restaurant favorito. Precisamente en La Balsa lo conocí y podría yo describirlo mejor que a Goyito, a quien apenas vi de lejos. Ahora, nunca crucé palabras con ninguno de los dos, debido a la diferencia de edades. Si algo más recuerdo de estos tipos populares, lo haré saber al paciente lector.