Cultura

La Unión (parte I)

La Unión (parte I)

Existe en la ciudad de Mérida, en el mero Centro, una enorme y hermosa casona que a principios de siglo XX albergó el local de la Sociedad Paz y Unión. Lugar de los obreros y cientos de gremios que proliferaron en aquella convulsa época en que el Partido Socialista del Sureste, encabezado por Felipe Carrillo Puerto, que sería después gobernador del Estado.

En sus amplios salones y corredores y gran pista de baile se celebraban eventos supuestamente de la clase trabajadora, aunque entre sus dirigentes se encontraban los acomodaticios de siempre y entre los apellidos Canché, Euán, miraba uno a Casares, a Molina, Cámara, Patrón, etc. Con el asesinato del Mártir, estos últimos se alejaron y para los festejos del Carnaval a sus bailes solamente acudía gente humilde y las mujeres de servicio doméstico. Esto perduró aproximadamente hasta principios de los años sesenta. Entonces, aquel precioso lugar cayó en el abandono durante años.

Posteriormente, la planta baja se convirtió en la cantina preferida, ya que por entonces toda la actividad se concentraba en el Centro Histórico. Recuerdo que como estudiante acudía con mis amigos casi todos los días a tomar mis cervezas y en ovaciones hasta embriagarnos. Las diferencias se arreglaban ahí a trompada limpia. El dueño, de apodo “El Tigre”, tenía una selecta clientela: el doctor “ex patrón”, “Cheche Escalante”, “El Tigre Barahona”, “El Pirulín” Martínez, estos eran mayores. En la mesa del pasillo muchos estudiantes, entre ellos el que esto escribe, el “Chino” Núñez, Jorge Xacur, Rubén Escalante “La Buga” (un caballero), “Box” Cano, amén de numerosos gays a nivel local, nacional e internacional, ya que era famosa por los mayates más cotizados, como el Pericocha, La Pixa, Luis Hoyos y otros. Como decía el actor homosexual Roberto Cobos “Calambres”: “hay, la loca que viene a Merida y no visita La Unión es que no conoció Mérida”. Y así como él, incluso llegó a acudir una estrella internacional de la época, Errol Frint, quien nos sorprendió, ya que en el cine interpretaba al pirata machísimo, el Capitán Blood, y en la vida real era un gran marica.

En el segundo piso se encontraban las mesas de billar de Sacalum, igualmente siempre abarrotado. Como ambos giros comerciales, el lector comprenderá que la actividad de ambos giros eran verdaderos antros de vicio, la hermosa casona se encontraba sucia y descuidada.

En próxima colaboración les platicaré los otros establecimientos, ya por los años ochenta, ya que después, tanto la cantina como el billar quedaron en ruinas y el lugar quedó en el total abandono, hasta años después en que existió un restaurante muy exitoso, que en la actualidad alberga al más elegante en la esquina, un lugar no descubierto aún por los “poch” burgueses y además no creo que les guste, porque tiene una decoración y ambiente con mucha clase y categoría, que no es el concepto de los actuales “wannabies”.

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