
El cristianismo es un modo de vida; es una llamada a vivir cotidianamente de un modo radicalmente distinto.
La Palabra deja claro hoy, que ser cristiano no es asunto de afiliación, es decir, de seguidores o “tendientes a”, sino de filiación, de vínculo, de pertenencia: “ustedes son de Cristo…”
Propongo que no preguntemos sobre nuestra pertenencia a Cristo. ¿Afiliado o de Él? ¿Tendiente o parte de Él? En el Evangelio Cristo nos llama a la gran radicalidad de quien pertenece: Vivir en el amor, vivir amando.
Esto se traduce en actitudes concretas y cotidianas que nos llevan a buscar en cada acto, ante cada encuentro, ser expresión del amor de Dios al que pertenecemos, en eso y nada más, encontramos la perfección.
Comencemos a expresar nuestro cristianismo por todos lados, con todas y todos, porque reconocemos que nosotros mismos hemos sido beneficiados de la compasión y la misericordia de nuestro Dios que ante todo nos amó.