
En la historieta “Educando a papá” (Bringing up father) ya se observa la misoginia de los matrimonios yanquis de aquellos tiempos cuando al viejo Don Pancho lo mangoneaba su esposa Ramona, obligándolo a ir a la ópera (algo que él odiaba) en lugar de permitirle reunirse con sus amigos a comer sus platillos favoritos en el restaurant (bar en verdad) de Perico. Y como ya dijimos en nuestra entrega pasada, todos esos nombres españolizados o inventados por los traductores eras los que aparecían y no los originales. Y acaso tuvieran razón pues muy pocos hablaban o leían el lenguaje de Shakespeare.
Recuerdo que en la escuela circulaba una revistilla donde aparecían Pancho, Ramona y hasta la hija de estos, en cueros, en feroz intercurso. Los maestros al fin descubrieron al autor de tales pornográficos dibujos y lo expulsaron ipso facto.
Otra historieta que se falsificaba (hasta con los nombres de los auténticos autores bastante bien limitados) era aquella Cuquita la mecanógrafa, en tiempos en que todavía se empleaba la máquina de escribir y faltaban muchos años para que asomara la computadora. La pareja de Cuquita haciendo el amor era un tal Ambrosio. Ignoro si este tipo de comic porno se sigue publicando, como se dice, “bajo el agua”.
Cambio de tema
A propósito de la expresión arriba dicha: “Bajo el agua”, la usamos mucho en la península para indicar que algo non-sancto se está cocinando. Y no sólo en las historietas, sino en cualquier asunto, desde el contrabando hasta el narco o si el antihéroe es el “héroe”, sencillamente “mota”. Esta palabrita si no es yucateca; nos viene de los países narcotraficantes, pero la hemos acogido en nuestro vocabulario y hasta un chico de primaria sabe lo que significa.