Opiniones

Presentación del libro “Colonia Yucatán” Crónicas de la época dorada

Un saludo afectuoso a todos los paisanos, amigos nuestros, amigos personales y de la Colonia Yucatán.

Agradezco la invitación para participar en la presentación de este tercer volumen de la historia de nuestro pueblo al Antropólogo José Antonio Ruiz Silva, que, para los coterráneos y contemporáneos con él, será siempre Chepo.

Una de las cosas que han caracterizado a nuestra comunidad colyucteca, es la de mantenernos con un orgullo “casi pecaminoso” por haber vivido, o nacido y vivido en la Colonia Yucatán; y se hace “casi pecaminoso” porque nos gusta hablar con cierto alarde de “nuestro pueblito mágico”.

Los que alcanzamos el “Xix de la época dorada”, podemos decir que “éramos felices y no lo sabíamos”, pero no es un lamento el decir que no lo sabíamos, porque en realidad si lo sabíamos; lo sabíamos como una intuición guardada en el corazón que cuando vivimos ahí se exteriorizaba cada vez que pasábamos los distintos umbrales.

Cuando pasamos del umbral de la puerta de nuestros cálidos hogares a la calle de todos.

Cuando se atravesaba el umbral de la reja de la fábrica para lograr el sustento de las familias.

O el umbral de la maravillosa escuela primaria Manuel Alcalá Martín, que en la tarde se convertía en la secundaria Joaquín Ceballos Mimenza, para aprender más allá de las clases,

O especialmente los domingos y fiestas de guardar cruzamos el umbral de la iglesia de Nuestra Señora del Carmen… Para vivir nuestra fe, como monaguillos, o miembros de algún grupo apostólico, o simplemente como feligreses bajo el pastoreo de los inolvidables padres del Maryknoll.

O cruzar el umbral del Casino, para el cine, los helados de Basulto, o el Boliche.

O con temor pasar el umbral del hospital para que alguno de los doctores, Ríos, Lezama, Duarte, Zapata nos atendieran, y para luego ‘caer’ en manos de doña Rita Lazo, o alguna otra enfermera y recibir la temida dosis que se inyectaba, o el umbral de la botica atendida por el doctor Muñoz que preparaba la medicina.

Y otros muchos umbrales fuimos atravesando y queremos seguir atravesando en nuestra ‘idílica’ Colonia Yucatán.

Ésta, es una manera de acercarnos a esta obra, cruzando las distintas puertas que nos llevaban cada vez, a una experiencia diferente.

Pero yo les invito a contemplar esta obra: “Colonia Yucatán, Crónicas de la época dorada”, a mirarla -no como un libro tradicional de pasta dura y hojas suaves con tinta de colores y negra-, sino como algo más…

Para mirar ese ‘más’, utilicemos lo que utilizó el Ing. Medina para aventurarse en esta empresa, que bien pregunta Chepo en la página 130 si fue “Una utopía o un sueño inconcluso”.  

Entonces utilicemos la imaginación, porque la “utopía” hace referencia a la imaginación.

Y hoy les propongo utilizarla para ver esta obra como una “Máquina del tiempo”.

Pero lo quiero hacer a través de mi propia experiencia, porque les digo desde ahora que cada uno que vivió en la Colonia puede basarse en esta “Maquina del tiempo” para recordar y volver a vivir su propia experiencia.

¿Están listos para subirnos a esta “Máquina del tiempo” y con ella pasar el umbral de este año 2023 y ubicarnos en los años: 30s, 40s, 50s, 60s y 70?

Empecemos:

Abro la pagina 18, y la 22 y estoy volando encima de un águila que me hace sentir un viento suave que me crea un ambiente milagroso para mirar desde arriba la traza original de la Colonia.

Paso a las páginas: 24 y 25 y me veo en mi bicicleta que como inquieto adolescente recorro la calle Selva sur, o la más arriesgada, calle Caoba norte, para experimentar en sus ‘bajadas’ el vértigo de la velocidad.

Miro la pagina 27; y el águila me deja en la puerta del almacén Casa Mena, para mirar al interior de mi casa la ‘radio consola’ marca Philco y lo último en tecnología: ‘el sonido estéreo’; y enseguida veo a don Perucho a eso del medio día escogiendo el ‘longplay’ de Ma Luisa Landín, o de Pedro Vargas, o de los Aragón, que escucha con su compadre Ramón Góngora mientras brindan con un ‘highball’ de Ron Castillo, en el bar que fue del doctor Ríos.

Recorro las páginas de la 29 a la 32, y pinto las casas de blanco radiante, y de verde bandera los marcos de puertas y ventanas, que se convierten en un fondo apropiado para los coloridos jardines bien cuidados, que me hacen valla para pasar el umbral de la casa.

Llego a la página 35, veo la fachada original de la escuela; enseguida se llena de niños que salen corriendo a la hora del recreo, -como en aquel reportaje que se pasaba de vez en cuando en el cine- entonces siento los olores de los buñuelos de las Espinosas (Que en diciembre pasado los volví a disfrutar en vivo, a todo color y a todo sabor), huelen también los codzitos de doña Agueda, escucho el raspar del hielo que hace dn Lorenzo para prepararme un granizado de mantecado, etc. etc.

Trato de pasar de largo la página siguiente porque al ver la antigua puerta de la escuela en un estado deplorable, siento pena, mucha pena; pero no puedo pasar de largo porque inmediatamente viene a mis oídos: “El nombre de mi querido templo es Manuel Alcalá Martín maestro que sabe y que es ciencia y es orgullo de todo Tizimín”.

Paso a las páginas 39 y 46 el maravillo escenario del salón de actos me hace sentir el cálido ambiente de las inolvidables veladas. Me veo ensayando bajo la dirección de la maestra Elisa el taconazo en pareja con María Polanco, y veo a mis demás compañeras y compañeros Maye Garduño, Telma Flores, Socorro Oy; a Gustavo Geine, a Calín ‘capita’, y otros. Veo los otros bailables, declamaciones, y cantos, etc. Sea para celebrar el fin de curso, sea para honrar a las madres cuyas veladas terminan con un himno dedicado a ellas, que al menos a mí, me eriza la piel, que más o menos dice así: “Gloria eterna a la madre admirable, a ese signo de amor y de paz, a esa fuente de amor inagotable a ese canto de amor y bondad…” Y hasta ahí recuerdo (si por ahí alguien tiene esa letra será uno de esos recuerdos que recuperaremos.

En la página 47 está el otro gran escenario; el de nuestro Cine, que en realidad era un polifuncional.

Voy al cine, me veo de 8 años yendo a la media función del sábado y portándome bien para que el domingo, no me castiguen y pueda regresar a ver en que termina, el Santo contra los vampiros, o la aventura de Pulgarcito y Joselito, o la de Viruta y Capulina, etc.

Se convierte en teatro, las grandes mamparas con imágenes de los mayas quedan al frente, una de esas pinturas me llama ahora la atención, donde nuestros antepasados utilizaron los ‘rolos’ para mover las piedras con que edificaron las increíbles pirámides, como bien dice esta “Máquina del tiempo” en la página 47, las escenas fueron elegidas para que recordando a los Mayas que habitaron “Sinsimato”, -mismo lugar donde se erigió la Colonia Yucatán y la Sierra- se comunicara el mensaje del esfuerzo que hicieron nuestros antepasados Mayas para dar lustre y grandeza a esa civilización, en concordancia con lo que el ingeniero Alfredo Medina hizo con las empresas madereras y centros de trabajo.

Ah quedado un marco perfecto para las obras culturales. Entonces se levanta el telón, veo a doña Irma Aranda -gran artista nata- representar una obra regional.

Ahora las bancas se han movido para que todas miren al centro donde se arma un cuadrilátero y una enorme lámpara baja para alumbrar bien, ha llegado el momento del Box, escucho el grito “Pégale Piste, pégale Piste…”.

Pasan los días y las bancas son despejadas, se abre un gran espacio al centro, ¡va a ver baile!, escucho la música de la orquesta “Medval”, y veo a dn Felipe Pérez y a don Edith, salir a bailar -durante 2 o 3 piezas son los únicos-, después se animarán los otros, y se llenará la pista; termina una serie veo a varias parejas ir a alguna casa a tomar una cerveza o un ‘highball’ de Bacardí proporcionados y racionados por la misma empresa. Vuelve a sonar la música todos regresan a bailar.

Sigo contemplando el cine convertido en pista de baile, estamos a fines de febrero o principios marzo; escucho la diana, ¡ha llegado el carnaval!, cada grupo de disfrazados ha sido recibido con la diana. ¿quién ganará este año? ¿El grupo de don Eusebio? ¿el de Pancho Marín?, ¿el de Jorge Vales?, ¿el de Pitino?, ¿el de Felipe Leal? o el de “Vitorines”? Después del veredicto, hay alegría, sigue el baile, nadie está ofendido, es el carnaval, Al día siguiente cada grupo ha recibido un camión para el paseo, y al final otra vez a bailar en la tardeada.

Ahora me encuentro en un maravilloso escenario, Entre las páginas 40 al 54 veo la iglesia, la escuela, el Casino, la casa principal y la del gerente, el Restaurante, la casa de huéspedes, la casa de la maestras entre otras, el escenario es nuestro parque principal, ahí donde vivimos encuentros maravillosos como niños, adolescentes, jóvenes o adultos; me acerco a sus fuentes, veo los gansos con sus conocidos ruidos, son un bello adorno. Me encuentro en el área de juegos infantiles, todo es movimiento en los columpios, las resbaladillas, los pasamanos, y los balancines se escucha el griterío de todos los niños.

Uno de esos domingos los pasillos internos del parque son ocupados por pequeños puestos de madera desarmables, eso significa que hay Kermes, en la cancha hay un gran toldo y unas mesitas angostas hechas especialmente para el juego de la Lotería; al centro don Rafael Serratos el ‘Chango Serratos’ grita: El catrín, el venado, la araña, el borracho, etc. etc. y de pronto otra voz: ¡Lotería!

En el mismo parque contemplamos un árbol de zapote, la empresa le pone sus focos, y esferas de madera, se acerca la Navidad. Los niños se ponen ansiosos, ¿Qué regalo me traerá Santa Claus hasta mi casa?

En la misma cancha disfruto emocionado el clásico del volibol femenil, “Las catequistas contra la Sierra”, lleno a reventar la cancha.

(Este año se volvió a adornar ese mismo árbol de zapote después de muchos años, con luces y esferas, y abajo el Nacimiento en tamaño natural. Ahí anunciamos el renacimiento de la Colonia, si bien no en cuanto a industria madera, si en cuanto a revivir la especial convivencia y legado cultural, que adecuándose a los tiempos modernos, es posible volver a tener).

Del parque me dirijo a mi casa por la calle Cedro sur, en el camino me encuentro la tienda de dn Arturo, la panadería, el casino con los helados de Basulto, el Boliche y Billares, la juguería (ricas palomitas y hielo en cubitos, toda una novedad) el almacén de alimentos subsidiados, el primer mercadito, ahí me detengo, tengo siete años, voy a la “tienda del Negro” a comprar 5 centavos de ‘Anisistos’. Veo la tortillería, y con el paso del tiempo la transformación de los galerones de solteros en distintos otros servicios, como el sindicato, y una sastrería.

Antes de llegar a mi casa, veo a mi lado derecho y me encuentro con la carnicería, en la fachada hay un letrero que enseña como identificar el lugar de los incendios cuando estos se produjeran; la señal será primero un sonido ronco que vendría de la fábrica para avisar peligro, y contar los posteriores sonidos menos fuertes para saber si era en la fábrica, si en el norte o en el sur, o en la Sierra.

He llegado a mi casa; doña Fina y don Perucho están sentados en el corredor de la tienda Casa Mena, en ese corredor jugamos todos los juegos infantiles conocidos, pero me viene a la mente cuando jugamos a tener nuestro conjunto musical; yo tocaba unas tarolas, Miguel Uc tocaba la guitarra, no recuerdo que tocaban los demás, todos eran vecinos, la canción que más ‘ensábamos era: “Rosamaría se fue a la playa, se fue a la playa se fue a bañar”.

Pero esta “Máquina del tiempo”, tiene también otro mérito, presentar personajes que, por su función en la empresa o en el pueblo, o por su carisma personal, o simplemente su participación espontánea, fueron poniendo la sal que le dio sabor a nuestra vida comunitaria. Vamos a la página 84, y escucho: “¡Triquitriquitriiiii¡”de don Pancho González. Paso a la página 89 y escucho el: “richrichrich…” el rascabuche de dn Pancho López; paso a la página 97 y escucho el sonido de la trompeta de dn Pablo Ruz, dn Ives, Paso a las páginas 100 y 101 y escucho la potente voz de Jetzabá la primera voz de la orquesta “Medval”, por lo que también lo conocimos como ‘el cantante’… Estos últimos bajo la dirección de dn Francisco Rejón

Y algo muy especial en las páginas 163-164 escucho: “quisiera convencerte que es mentira que yo te traicioné con otro amor, pero mi orgullo se ha detenido y no podrás gozar mi humillación…” la canción “Reconciliación”, grabada por las “Hermanitas Núñez” que la internacionalizaron –ellas actuaron en nuestro polifuncional Casino-, hasta hace unos dos o tres años supimos que el origen de la canción se gestó en nuestra Colonia, y que la letra habla de la súplica del autor a quien había sido su novia, que, frustrada por el aparente engaño de su novio, se metió al convento. Aquí tengo que abonar que ‘el hecho’ que propició la inspiración de Acrelio Carrillo, dio como fruto una maravillosa vocación religiosa, la de la Madre Guille, cuyo nombre completo es Guillermina Góngora, a quien conocí en el convento de las madres de la Cruz, y a quien muchos sacerdotes tuvieron como una santa. Ella falleció hace unos meses. Así son a veces ‘Los caminos de Dios’

Estimados participantes en la presentación de esta “Máquina del tiempo”; voy a terminar con un atrevimiento:

En el Evangelio de san Juan, al final dice el autor: “…  “Se ha escrito para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida en su nombre. (y luego agrega) Hay otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que los libros escritos no cabrían en el mundo entero” (Jn 20,31. 21, 25)

Chepo se ha dado la tarea de escribir estos 3 libros, si tomamos en cuenta la recopilación de la revista “Frente a la Selva”, e incluso aquel artículo de los años 60s en la prestigiosa revista: “Selecciones” que llevó como título: “Lo llamaban el loco”; podemos decir que se ha escrito esto para sumergirnos de nuevo en aquellos tiempos de oro, y para los que no conocen la Colonia, crean realmente aquella Utopía ‘lograda’, aunque con fecha de caducidad. Pero hay mucho más que se podría escribir y no sabemos cuantos libros más se pudieran llenar, basta ver ahora el “Árbol genealógico” que está en la Colonia iniciativa del “huero” Pérez para ver en cada placa familiar una historia que contar.

De la fe personal del ingeniero Medina no conocemos mucho, pero por la foto de la pag. 132, donde lo vemos arrodillado en la iglesia de la Colonia, en su última visita nos dice que era un hombre de fe, esa fe que le llevó a pensar que todo el equipamiento de la Fábrica, de la Colonia, la Sierra, no estaría completo sin la Iglesia de su religión católica, de ahí que en honor a su esposa haya pensado en la advocación de Nuestra Señora del Carmen como patrona. Y esta advocación de la Virgen María habla de la belleza de la fe. Y como dice la canción de la obra “El hombre de la Mancha: “Con fe lo imposible soñar”. Así se construyó nuestro pueblo y por eso no fue solo bello por su urbanización, y sus construcciones icónicas incluyendo cada una de nuestras casas, sino la bella de amistad, el compañerismo, la participación, la ayuda mutua, las muchas iniciativas, la misma fe de la religión que hicieron “doblemente bello nuestro pueblito Mágico”.

Gracias Dios, Gracias a Nuestra Señora del Carmen, Gracias Chepo, Gracias a todos los paisanos y amigos, juntos seguiremos haciendo historia.

Mons. Pedro S de J Mena Díaz

4 de febrero de 2023.

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