
Las palabras que encabezan el presente título pertenecen a la exposición de la obra pictórica de los artistas Oscar Ortiz y Gildo González.
Desde el título hay sentimientos escondidos, una especie de nostalgia por lo que ya no hay y que ellos conocieron a la perfección, porque pertenecen a esa ciudad de Mérida del siglo pasado, en la que se levantaban veletas que nutrían de agua de pozo a cientos de domicilios. Ya lo decía la canción de Pepe Guízar dedicada a nuestra capital: “Panoramas de palmeras y veletas, bajo un cielo de un azul inmaculado, con leyendas del Mayab antepasado…”
Tanto el título de exposición, como las obras expuestas, son parte de eso que ya no es, pero que sigue siendo, aunque de otra manera. Es decir, son ellos mismos que han cambiado y evolucionado, pero que mantienen el mismo objetivo artístico que se trazaron desde el tiempo anterior. Ellos le llaman “retrospectiva,” porque van hacía atrás para informar a los de hoy, sellando de ese modo, su vigencia en el horizonte cultural de nuestra entidad.
En cuarenta años, ellos han logrado avances técnicos evidentes. En sus actuales lienzos, Oscar Ortiz, plasma la pintura de oleo con un dominio sorprendente, ya sea a través de la espátula, el pincel o del utensilio empleado para hacer correr la pintura en la tela.



Junto con su técnica, la iconografía de Ortiz Otero tiene nuevo sentido imaginativo. Sus anteriores mujeres voluptuosas, de párpados que tapaban las miradas, han dado paso a nuevas caras, rostros femeninos de muy logradas expresiones en los ojos.
Dos o tres de sus obras tienen un impacto escenográfico, la fuerza de la luz proyectan esa imagen.
Es imposible señalar esas obras por sus títulos por la ausencia de catálogos. Y ni manera de estar tomando fotos y fotos en una exposición tan extensa como esa.
Oscar también ha manejado de antaño la obra escultórica en materiales de la tierra.
Cuando quiere, logra dar a esas obras una expresión que atrapa.
Gildo González es mejor escultor que pintor. En este último sentido no tiene temática especifica y sus obras dan la impresión de grabados en serie con pequeñas variedades. Él pudiera ser un pintor erótico, pero algo le frena. Tiene un gusto manifiesto por la figura masculina que debería explotar, porque la historia del arte plástico esta centrado en la figura femenina. ¿Por qué no hacer lo contrario?




Su escultura, aunque no maneja riesgosas protuberancias u oquedades, se ve cuidada, realizada con gran placer, teniendo un resultado táctil antojoso, que dicen, debe provocar una obra de tal naturaleza.
Desde que fueron actores y hasta que aterrizaron en la plástica les he seguido la carrera. Me ha dado enorme gusto volver a encontrar a estos dos artistas que han vivido y viven solo en lo suyo.
Esta enorme muestra plástica se puede disfrutar en el Museo de la Ciudad y fue patrocinada por el MeridaFest, que promueve el Ayuntamiento de Mérida a través de su Dirección de Cultura, cuyo director es el antropólogo Irving Berlín Villafaña, hombre feliz de ser feliz.