Cultura

Feria con macabro final (mitos y realidades yucatecas IV)

Feria con macabro final (mitos y realidades yucatecas VI)

En el Estado de Yucatán, hasta la más pequeña de las comunidades, estamos hablando incluso de ex haciendas que hoy son pueblitos, tiene su fiesta patronal cada año, ellos le llaman la feria, que son dos o tres puestos de artesanías, tiro al blanco, vaquería, comederos improvisados y la clásica corrida de toros en donde lo principal, en estos festejos sui géneris muy yucatecos, es que se toreen por lo menos diez toros de abasto. Estas ferias van aumentando en número de asistentes y de juegos mecánicos, según la categoría y tamaño del pueblo. Lo que sí es un hecho es que sin corridas no existiría la feria en nuestro Estado. Para acabar pronto, Yucatán es el lugar del mundo donde más festejos taurinos se realizan. Son dos mil festejos al año.

Un grupo de amigos acudió por los años cincuenta, en el coche de uno de ellos, a la feria de un pueblo. Obvio es que después de un recorrido por las instalaciones de la feria se dirigieron a la cantina. Eran cuatro compañeros, uno de ellos oriundo de aquel lugar. Ya completamente ebrios, acudieron al evento principal de la fiesta, es decir, al tablado (plaza de toros), en donde valientes diestros se enfrentaban a inmensos cebús, a imitación de una corrida de ciudad, con sus desarrapados trajes de toreros (un pantalón de mezclilla apretado con una franja letra o hecha por su madre).

Hasta aquí el relato, como todo lo que escribo, es al parecer irrelevante. Sin embargo, al término de la “corrida” abordaron el coche para retornar a Mérida. Le estaban haciendo el aventón a uno de los toreros, mismo que de inmediato, con el trajín de la “lidia”, se durmió profundamente. Avanzaron hasta la salida del pueblo en la obscuridad de la noche, cuando de pronto, a unos metros del conductor se apareció una procesión religiosa que caminaba a un lado de la carretera. Sin tiempo para frenar, embistió a los peregrinos, causando la muerte de varios de ellos. La carretera se llenó de restos humanos, desmembrados a consecuencia de dicho accidente. En fin, un verdadero caos de muerte. Pasando por sobre los cadáveres intentó darse a la fuga, pero perdiendo el control chocó contra una albarrada. Los pasajeros salieron del coche rápidamente y de alguna manera lograron huir entre los montes y henequenes de la turba que venía enardecida, dispuesta a hacer justicia con su propia mano. En pocas palabras, consiguieron escapar. Solamente quedó en el coche, durmiendo plácidamente, el infeliz torero, sin siquiera enterarse de lo sucedido.

Cuando los habitantes del pueblo llegaron, sacaron a este pobre torero, que no salía de asombro, recibiendo una terrible golpiza. Fue amarrado a la defensa de un coche estando aún vivo y lo arrastraron por todo el pueblo. Este inocente ser humano, entre estertores solo preguntaba “por qué”. Fue tal la venganza de los pobladores que, así medio moribundo, lo desollaron, causándole ahora sí la muerte. Vengando así a los peregrinos. Frustrándole su sueño de gloria a un desgraciado sin culpa alguna, dejando su cadáver a las aves de rapiña.

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