Opiniones

Se habla de un presente prominente, pero vivimos económicamente del pasado

Se habla de un presente prominente, pero vivimos económicamente del pasado

¿Creerán los arquitectos, los promotores turísticos y los políticos yucatecos que las torres y los modernos edificios de Altabrisa, el edificio del Centro de Convenciones Siglo XXI, el museo del Mundo Maya o que la Torre de Banamex son un atractivo para los turistas que vienen a Yucatán provenientes de lugares donde la modernidad arquitectural sobrepasa la imaginación humana?

No he sabido de un solo extranjero que solicite un tour por alguno de los lugares mencionados.

Un sobrino residente en Suiza me envió a un amigo suyo para que le enseñara la ciudad.

Erich Häberli es un maestro de música jubilado y ha viajado por distintos países de nuestro continente. El último fue Costa Rica, pero vivió en Ciudad México, donde se enamoró de la tortilla de maíz que consume hasta el día de hoy. El jueves por la noche lo llevé al Paseo Montejo, que le pareció muy oscuro, y al Monumento a la Patria, donde bajamos y le narré el contenido de esa obra monumental. Le pareció mal iluminado, pero “interesante”. Él sabe mucho de historia y de las culturas del mundo. Habla cinco idiomas. Me sorprendió cuando dijo que quería conocer un árbol de ceiba, el árbol sagrado de los mayas. Me vi en apuros. “¿Dónde hay un Yaaxché?” Recordé que en Xcumpich había yo visto varios de ellos.

Llagamos hasta allá y no había ninguna ceiba. Llegamos al fraccionamiento Francisco de Montejo, buscando ese árbol, sin resultados positivos. Ante el fracaso, pidió cenar unos tacos. Fuimos a un famoso lugar y pedimos unos tacos de bistec y huacamole que le encanta. En vez de ese sabroso platillo, nos sirvieron una pasta verde que sabía a cualquier cosa, menos a aguacate. La carne estaba cubierta por una pasta grasosa, de un dizque queso. Pellizcamos algo y salimos.

De regreso lo llevé por la avenida Itzaes, explicándole y mostrándole cada lugar importante existente en dicha zona vial.

¿Y los mayas?, dijo. ¿Quieres conocer de ellos?, respondí: anda a Uxmal o Chichén o a alguna ciudad arqueológica. Finalmente, se decidió por Uxmal, lugar del que regresó muy satisfecho, pero entristecido porque no vio pájaros ni ceibas.

Le hablé al maestro Sergio Núñez y le comenté que Erïch quería conocer una ceiba. “En el Centro Municipal de Danza hay varias y grandes. Llévalo allí”, me dijo. Fuimos y el visitante se puso feliz al contemplar dicho árbol del que analizó sus raíces, hojas y ramaje espectacular. Fue enorme su contento. Continuamos por la reserva Cuxtal hasta llegar a Caucel, donde pudo conocer un gremio que entraba a la iglesia, dedicado a Nuestra Señora de Belem. De regreso a Mérida, solo preguntaba sobre los mayas, su comida y me platicaba de algunas conclusiones suyas acerca de esa cultura nuestra.

Antes de visitar nuestra ciudad estuvo en Isla Mujeres, Cozumel y Playa de Carmen. O sea, tiene parámetros estéticos culturales de los dos mundos, el suyo y el nuestro.

¿Cuál fue mi interpretación de la actitud de este visitante? Fácil: la moderna Mérida, muy poco importa, impresiona o aporta a los turistas. Les gusta lo colonial, porque se emparenta con ellos y saben interpretar detalles de esa arquitectura. Y se asombran con lo maya, su cosmogonía, sus ciudades, su sabiduría y todo lo relativo a esa cultura.

Pero bueno, qué quiero decir con todo este rollo. Pues que, en términos de pesos y centavos, deja más dinero la Mérida antigua, el Yucatán de los antiguos mayas, que la Mérida moderna en la que se derrama enorme cantidad de dólares y en la que se derriban o dejan caer edificios antiguos de cualquier parte de la ciudad.

Por si acaso parecen exageradas mis palabras, ofrezco mi vehículo y mi tiempo a cualquier responsable administrativo de nuestra ciudad, para mostrarle una a una las edificaciones en ruinas, deterioradas y destruidas, a propósito, por los propios dueños que desean levantar edificios tipo cajitas de zapatos para cambiarle el rostro a nuestra Mérida.

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