
En las últimas semanas hemos transitado por el Adviento (revitalizar la esperanza) y la Navidad (celebrar su presencia). Este Domingo de tiempo ordinario, podríamos decir, ya en tiempo tranquilo y cotidiano, la Palabra nos presenta unos desafíos para la cotidianidad de nuestras vidas: Reconocerlo, escucharlo y seguirlo.
¿En dónde, en qué momentos, entre quienes, lo reconocemos? Y cuando lo reconocemos qué nos dice, a qué nos llama.
Nuestro Dios es de encuentros y llamadas, de acogida y de envío. Dios quiere restablecer, glorificar su creación; quiere unir y ajustar y para ello nos llama, no envía.
Respondamos: ¡Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad, lo quiero, lo llevo en las entrañas! y participemos con Él hasta que le digamos al final de nuestros días: He proclamado tu justicia, no he cerrado los labios, tu lo sabes.
Rv. P. Hernán Quezada sJ