
Imagina dominar un sector que ha generado miles de millones de dólares a lo largo de las últimas décadas, levantado pasiones y generado algunos de los mayores ídolos. ¿Deporte, cine, música? Pongamos el tercero. Eres la vía de distribución de la mayoría de artistas de la Tierra con sus oyentes y, sin embargo, sigues sin ser rentable. Esa es, en resumidas cuentas, la situación de Spotify.
Tras ella se encuentran muchas vicisitudes que hacen que una lectura plana sea completamente irresponsable (royalties, acuerdos con las discográficas, porcentajes de captación…) pero que no evita que sea llamativo. Spotify cuenta a día de hoy con el 31% del porcentaje de mercado de las plataformas de música en streaming, seguida por Apple Music con el 15%, y aun así no es rentable.
Spotify apostaba porque cada marca o compañía tuviera sus propios programas frente a la naturaleza abierta del podcasting de forma original y, también, a crear un ecosistema igual de cerrado. Compró por ejemplo Anchor para poner fácil a todo el mundo que iniciara un podcast de forma gratuita y a Gimlet para que los produjera. ¿El objetivo? Captar oyentes de podcast, que sean susceptibles de ser impactados por los anuncios, a pesar de que no paguen por la suscripción premium.
A nivel de cuentas, Spotify sigue invirtiendo y gastando más de lo que genera, como una startup, con la diferencia de que nació en 2006. No es algo tan raro. Netflix, hasta hace poco, hacía igual.
Sin embargo, el mazazo del contexto económico le ha afectado especialmente. Sus acciones han pasado de cotizarse a 364 dólares hace dos años, en su máximo histórico, a rondar ahora los 90. Una caída del 70%.
Con información de Hipertextual