
Muchos así lo piensan. Que una fuerte bofetada o lapo es un bofetón. Y tienen razón en parte, pero esa palabra no sólo quiere decir eso. Y muchos sujetos, y aún niños, han recibido pruebas de lo que duele un bofetón.
Antiguamente, en las escuelas eran comunes los maestros corajudos que sabían castigar las groserías de sus alumnos a base de bofetones. Nosotros fuimos testigos de ello en las diversas escuelas donde laboramos y del llanto de los abofeteados. Pero qué se le iba a hacer: el profesor era la autoridad en el salón de clase, y si no era él, venia el prefecto, más temido por los chocos traviesos que a los maestros.
Mas resulta que en nuestro Yucatán, bofetón es asimismo el aliento de una persona que trae tras sí una tremenda cruda producto de una fenomenal borrachera. Y no es necesario que se trate de una gran papalina; puede ser el efecto de unos tragos del mediodía o de la noche anterior.
Un ejemplo
En una tienda, aparragados sobre el mostrador, conversan dos individuos:
-Oye Canuto: ¿Siempre conservas tu fábrica de cigarrillos?
-Claro Salustio, ¿Por qué no la habría de conservar? Es un buen negocio y me deja harta plata.
-Y la gente dice que eras muy generoso y das chamba a los desocupados. ¿Es cierto?
-Muy cierto. Hay que ayudar al desocupado.
-Pero me cuentan que corriste a Zenobio, tu capataz.
-¡Claro que lo corrí! Se presentó al trabajo varias veces y tuve soportar el bofetón de su aliento a tequila barato…