
En la ultima colaboración quedamos en continuar con la historia de cuando el rock llegó a Mérida, eran solamente las versiones originales de EE.UU. Un día, a alguien se le ocurrió la gran idea de traducir todos aquellos ‘rockandroles’ al español, adaptando la letra más o menos a nuestra idiosincrasia. Es asombroso el hecho de que solamente en México se diera este fenómeno y en todos los países hispanoparlantes.
En realidad, no existe mucha difusión acerca de quién fue primero en grabar en español; sin embargo, los que hicieron que literalmente todos los jóvenes de entonces se volcaran a escuchar y bailar las versiones de los Teen Tops (Confidente de secundaria, Lucila, El rock de la cárcel), Los Rebeldes del Rock (La hiedra venenosa, Melodía de amor, Kansas City), Los Locos del Ritmo (Aviéntese todos, Chica alborotada, Tus ojos), Los Boppers (Colina azul) y otros grupos capitalinos.
Como antes dijimos fue una verdadera locura el rock en español. Aquí en Mérida, algunos jóvenes inquietos, además de ser adoradores de esta nueva música, no se conformaron con escucharla y formaron los primeros conjuntos que tocaban a imagen y semejanza de los famosos. Tampoco se sabe a ciencia cierta cual fue el primero; sin embargo, se da por sentado que fueron los Platinos, los Aragón, y los Monjes. Poco después de estos tres surgirían varias agrupaciones rocanroleras, pero es innegable que aquellos anteriormente citados fueron los pioneros en nuestra Ciudad.
Como no soy dado a las fichas, fechas, mitos y kotex, intentaré de memoria, tal vez incompleto, con algunas (inconsistencias históricas) de hablar de aquellos años en el que por primera vez la adolescencia fue tomada en cuenta por los grandes magnates de la industria del poder adquisitivo. Las cosas no eran tan fáciles por aquel entonces para los músicos jóvenes y todos comenzaron ensayando con instrumentos improvisados y artesanales. Poco a poco, de alguna manera se hicieron de instrumentos reales, ya que el rock era tan grande en su sencillez que solamente requería de guitarras eléctricas, bajos, piano y batería y ya está, ya teníamos un grupo de rock and roll. No por orden de importancia hablaré de los tres iniciadores del movimiento que hasta hoy perdura.
Los Monjes, un grupo que tocaba con bastante calidad exclusivamente rock, aunque fue el de menor duración, con su pianista Mario Esquivel, tenían actuaciones en vivo en los llamados teatros estudios de las difusoras; chicos y chicas se abarrotaban todos los días en su programa, cantaba con ellos Alfonso Ontiveros, posteriormente llamado Guadalupe Trigo, el cual tenía una guitarra Gybson, modelo Less faul. Recuerdo que sus más grandes éxitos eran, por ejemplo, las canciones grandes Bolas de fuego, El Rebelde, Tutti Fruti. Actuaban en fiestas particulares y algún club social, como el Bancarios.
Sin embargo, la graduación como músico consistía en tocar en la variedad del Teatro Fantasio. Ellos lo lograron. También era de rigor que en la canción La marcha de los santos, cada elemento se echaba su respectivo ‘solo’. “Ballote ya nos moverá y con su bajo va a poner buen sabor a este ritmo” … decía la canción y así cada uno de los elementos. Por razones de índole que desconozco, este excelente grupo se desintegró muy prematuramente, pero ahí queda la memoria de entre quienes, pre adolescentes, los escuchábamos.
Tengo que decir que esta época de iniciadores fue extremadamente bonita, hizo mover a la gente. Hace poco, antes de la pandemia, se reunieron los sobrevivientes para una sola actuación final. De los originales solo quedaban Mario, Ballote y el pelón Escalante, que tocaba la batería. Fue un lleno total de rucos, a los que casi se les salían las lagrimas al escuchar la innegable energía y magnetismo de los primeros compases de cuando se estaba inventando el rock.
Hoy, Mario Esquivel se ha convertido en el mejor pianista de jazz en Yucatán.
En próxima entrega continuaremos hablando de los dos grupos pioneros del rock and roll.