
La misa de hoy en la Basílica de San Pedro tuvo como invitados de honor a los pobres, vestidos de dignidad, humildes en la oración, agradecidos a Dios y también al Papa Francisco que hace 6 años, en el Jubileo de la Misericordia de 2016, decidió abrir las puertas del grandioso templo vaticano con la sola intención de abrir los corazones del mundo a los más necesitados y vulnerables.
En la Basílica Vaticana repleta de obispos, sacerdotes y fieles, en su mayoría, familias pobres, algunas personas sintecho, inmigrantes, discapacitados, acompañados por voluntarios de la Cáritas y otras asociaciones, pudieron escuchar las palabras del Santo Padre que invitaba a dejar de mirar los majestuosos y colorados mármoles y piedras del templo, para ver al ser humano, que es “el templo de Dios”, para que puedan leer, como pide el mismo Jesús en el Evangelio de hoy, los “eventos turbulentos y dramáticos que marcan la historia humana”, sin dejarse engañar y dando su propio testimonio.
Eventos y dificultades, dice Francisco, que no deben alarmar o preocupar, incluso, como dice Jesús “no se dejen engañar” por suplantadores, no se alarmen “cuando oigan hablar de guerras y revoluciones”, en otras palabras, no caer en la “tentación de leer los hechos más dramáticos de manera supersticiosa o catastrófica” y pensando en un supuesto fin de mundo, dejar de hacer el bien.
“Si pensamos de esta manera, nos dejamos guiar por el miedo, y quizás luego buscamos respuestas con curiosidad morbosa en las fábulas de magos u horóscopos, que nunca faltan; o bien, confiamos en fantasiosas teorías propuestas por algún “mesías” de última hora, generalmente siempre derrotistas y conspirativas. Aquí no está el Espíritu del Señor”
Con información de Vatican News