
En aquel periódico de la localidad existía la sección de sociales. Quien aparecía en ella con su foto era que estaba “in” dentro de nuestra alta sociedad. Literalmente los castas divinas y los poch burgueses y colados casi se golpeaban para aparecer en las páginas de aquel espaldarazo que significaba el pertenecer y ser un Hidalgo (Hidalgo: hijo de algo).
El encargado de la página de sociales de dicho diario, era un hombre muy moreno panzón y acelerado. Se creía. Era un hombre codisimo al grado de miserable. Por ejemplo, cuando lo mandaban a sus comisiones escogía a uno o dos loquitos para no pagarles como sus ayudantes su premio era embutirse en las grandes y fastuosas fiestas de los millonarios de Mérida.
Los asistentes a los anteriores saraos literalmente se peleaban por aparecer al otro día en “amenidades” que asi se llamaba la página. Las mas encopetadas y ricas señoras y jóvenes, así como sus maridos le lambisconeaban abiertamente a este sujeto al que apodaban el brother y había quien le pagaba para que su egregio nombre apareciese como nombre de la realeza meridana.
Era un hombre muy alegre e hiperactivo que se dedicaba a ahorrar miserablemente e incluso compraba dólares. Todos los días contaba su dinero.
El tipo se jactaba de asistir y codearse con esta gente, por ejemplo, preguntaba a todos los casimedieros que pudiera: ¿no te invitaron a la fiesta del marques del corchito? No hombreee a mi si me invitaron. “¿no fuiste a la comida del sultán de Bagdad? ¡no te invitaron? Maaareee a mi si…
Un matrimonio de apellido maya mediante una pagamuy buena los llevo a unos eventos entre puros de sangre azul. Eso le costo la chamba. Sin embargo, a la fecha de quince años de Paulina de Borbón se presentó con sus loquitos. El portero le cerro la entrada, el extrañadísimo ya que siempre había tenido la puerta abierta a tales agasajos. Dos días después se presentó a una cochiniteada organizada por la casa de España y sucedió lo mismo no lo dejaron pasar. Y así varias hasta que uno de las guaruras en un fiestononon de pipa y guante al insistir el que siempre lo dejaban pasar le explicó como pudo que entendiera que no lo invitaban a el, si no al medio. Lo medio proceso mas no lo entendió bien, y se dirigió a las puertas del periódico en el que trabajaba en el que obviamente no lo dejaron pasar. Se paro a las puertas del mismo y murmuro “maare no soy nadie, es mas no soy nada” y emprendió veloz carrera hacia la plaza grande gritando en la noche que el cielo era verde y que el panorama rosado y amarillo, locuras e incoherencias. Llego al asta sin bandera en donde se encuero ( hasta hoy no me explico porque el primer paso de la locura es encuerarse). Obviamente llego la ley y se lo llevaron a la cárcel pública de donde los demás presos avisaron que había quedado en estado catatónico.
Estuvo un tiempo en el hospital psiquiátrico en donde le diagnosticaron una terrible depresión. Y lo mandaron a su casa en donde pasó sus últimos años sentado en su hamaca sin hablar, babeándose, le tenían que dar los alimentos con cuchara. Al poco tiempo falleció sin salir de esa depresión.