Bienestar Espiritual

Oración

San Mateo 14: 22-33

¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!

Muy buenos días, Padre Clementísimo: Estoy consternado e invito a que mis amigos se unan a esta oración para que Tú nos hables al corazón, porque mi inquietud se debe a que veo con claridad que muchas veces, Tus siervos, estando tan cerca de Ti, la duda debida a la distracción los asalta y los hunde.

Hoy, Señor Santísimo, quiero que veamos cómo estando tan cerca de nuestro objetivo, tan cerca de Tus bendiciones, tan cerca de constatar Tu inmensa bondad, de momento, nos vemos inmersos en el peligro de la distracción y, caemos en desgracia. Nos sucede lo que a Tu siervo el Apóstol Pedro, quien, habiendo realizado la hazaña de caminar un largo trecho sobre las aguas furiosas, se atreve a apartar su mirada de Cristo y ver lo que no debió haber visto: LA FUERZA DESTRUCTORA DEL VIENTO y estando cerca de Cristo, estuvo a punto de hundirse y ahogarse. De inmediato, el Señor le extendió su mano salvadora, sin reprenderlo. Una vez salvo de ese peligro inminente y mortal, Cristo le cuestionó, diciéndole: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?”

Señor y Padre Amoroso: Tú siempre primero nos salvas, primero nos libras de toda atadura y solo al final nos reprendes, pero nunca permites que nos ahoguemos en el océano inmenso de la desesperación. Es muy común que nosotros nos distraigamos peligrosamente, pero sabemos que Tú siempre estás al pendiente para evitar nuestra perdición, porque sabes de nuestras fragilidades, de nuestras limitaciones y de nuestras presunciones.

Tal vez, Tu Apóstol Pedro, cuando dejó de ver a Cristo, viendo al viento y su poder mortal, creyó que esa hazaña no cualquiera la realizaría, porque estaba reservada a personas temerarias, atrevidas y valientes que están para demostrar lo hermoso y portentoso que es luchar contra todo peligro descomunal con el poder de la fe. Sí, Señor y Padre. Nosotros hoy nos lanzamos a luchar contra todo lo que nos dificulta realizar nuestros sueños con ese poder maravilloso de la fe, pero procurando a toda costa el no distraernos y, si esto nos fuera inevitable, que clamemos a Ti y Tú, nos extenderás Tu brazo para que estemos a salvo.

Padre Clementísimo: ¡Bendito seas!

Deja un comentario

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba
error: Este contenido está protegido. Gracias.