
Quien lo bautizó así dio en el blanco, como muchos de nuestros personajes populares, se pasaba las mañanas (y quizás las tardes) en los bares a la pesca de algún parroquiano que le disparara un trago (o dos, o tres, si tenía la paciencia de escucharlo). Pero la realidad es que hablaba para si mismo en soliloquios de tonterías y recitando versitos de la peor especie.
Tal vez algo quería imitar al Vate correa de otros tiempo pero el viejo Vate se lo llevaría (como decimos por acá) “de calle”. No tenía la simpatía ni la inteligencia de Correa.
Este Marques de Cuento Largo (e insoportable, añadiríamos) hablaba sin parar y recuerdo que ya nadie lo pelaba, no le hacían el menor caso ni lo convidaban a los tragos. Quería perecerse a un español vistiendo con una boina y lo demás, a la manera española.
Acudía a muchas cantinas pero donde más frecuentaba era el Versalles de don Bucho, hermanastro de don Demetrio Molina, gran jefe del Marqués (“marqués”) quien intentaba “cecear” para presumir su españolería. En estos últimos años ha desaparecido del mapa citadino, ¿Dónde se habrá metido?.
Un extraño mestizo limosnero
También ente de cantina, aunque nunca le vimos echarse un trago, sólo pedía la caridad de todos los días y no faltaba quien le otorgara algunos pesos, y si decimos que era extraño es porque era extraño. Extraño de esta manera: la parte superior de su cuerpo era normal, pero la inferior la limitaba sus cortísimas piernas (¿o tenía piernas), vestía como nuestros campesinos; sólo se conformaba con pedir la limosna, sin insistir, para enseguida continuar su recorrido por las mesas del bar.
Por ahí se decía que era de dinero, que venía a diario de un pueblo cercano donde era dueño de varias cabeza de ganado, lo que podría ser un chisme. Tendría unos 40 años cuando lo conocimos. Hoy pasaría de los 80 y pensamos que ya no quiso salir más por la limosna, posiblemente ya tenía bastante, hoy no se le ve por ningún lado.