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Eugenesia y racismo (I)

La concepción de la superioridad de una raza nórdica blanca, rubia y de ojos azules no se originó en Alemania con Adolfo Hitler, sino en Estados Unidos, décadas antes de que ese maléfico personaje llegara al poder. Sí, los eugenistas de California desempeñaron un papel importante, aunque poco conocido, en la cruzada del movimiento estadounidense para la limpieza étnica.

En un capítulo de su libro War Against the Weak: Eugenics and America’s Campaign to Create a Master Race, reproducido ayer en el portal History News Network, el historiador norteamericano Edwin Black (1950) nos recuerda que la seudociencia de la eugenesia tenía dos objetivos complementarios: por una parte, eliminar a todos los seres humanos considerados “no aptos” y, por la otra, preservar solo a aquellos que se ajustaran a un estereotipo nórdico.

Los elementos de esa filosofía se tradujeron en políticas públicas concretas con las leyes de esterilización forzada y segregación, así como con las restricciones al matrimonio promulgadas en veintisiete estados. En 1909, California se convirtió en el tercer estado en adoptar esas leyes. Con base en esas disposiciones, los practicantes de la eugenesia esterilizaron a la fuerza a unos 60,000 estadounidenses, prohibieron el matrimonio de miles de personas, segregaron por la fuerza a otras tantas en “colonias” y persiguieron a innumerables ciudadanos. Antes de la Segunda Guerra Mundial, casi la mitad de las esterilizaciones coercitivas se llevaron a cabo en California, e incluso después de la guerra, ese estado representó un tercio de todas las cirugías de este tipo.

California fue considerado el epicentro del movimiento eugenésico estadounidense. Durante las primeras décadas del siglo XX, entre los eugenistas de California destacaban el especialista en enfermedades venéreas del Ejército, Dr. Paul Popenoe, el magnate de los cítricos y benefactor del Politécnico Paul Gosney, el banquero de Sacramento Charles M. Goethe, así como miembros de la Junta de Caridades y Correcciones del Estado de California y la Junta de Regentes de la Universidad de California.

Black subraya que la eugenesia no habría traspasado los refinados y exclusivos recintos en los que se discutía si no hubiera contado con el generoso financiamiento de corporaciones filantrópicas, específicamente del Institución Carnegie, la Fundación Rockefeller y los Harriman, multimillonarios del negocio ferroviario. Todos ellos estaban en contacto con algunos de los científicos más respetados de Estados Unidos que provenían de universidades prestigiosas como Stanford, Yale, Harvard y Princeton. Estos académicos adoptaron la teoría y la ciencia de la raza, y luego falsificaron y tergiversaron los datos para servir a los objetivos racistas de la eugenesia.

En 1904, la Institución Carnegie estableció un complejo de laboratorios en Cold Spring Harbor en Long Island donde se almacenaban millones de fichas sobre estadounidenses, mientras los investigadores planeaban cuidadosamente la eliminación de familias y pueblos enteros. Desde Cold Spring Harbor, los defensores de la eugenesia trabajaron con las legislaturas de Estados Unidos, así como con las agencias y asociaciones de servicios sociales de la nación para el mismo fin.

Los Harriman pagaron a organizaciones benéficas locales, como la Oficina de Industrias e Inmigración de Nueva York, para buscar a inmigrantes judíos, italianos y demás en Nueva York y otras grandes ciudades para deportarlos, confinarlos o esterilizarlos a la fuerza. La Fundación Rockefeller ayudó a fundar el programa eugenésico alemán e incluso financió el programa en el que Josef Mengele trabajó antes de trasladarse a Auschwitz.

Gran parte de la agitación política del movimiento eugenésico estadounidense provino de las sociedades eugenésicas cuasi autónomas de California, como la Fundación para el Mejoramiento Humano con sede en Pasadena y la rama de California de la Sociedad Americana de Eugenesia, que coordinó gran parte de su actividad con la Sociedad de Investigación de Eugenesia en Long Island. Estas organizaciones, que funcionaban como parte de una red bien consolidada, publicaron boletines eugenésicos racistas y revistas pseudocientíficas, como Eugenical News y Eugenics, además de que hicieron propaganda a favor de los nazis.

La eugenesia nació como una curiosidad científica en la época victoriana. En 1863, Sir Francis Galton, primo de Charles Darwin, opinaba que si las personas talentosas se casaban exclusivamente con otras personas talentosas, el resultado sería una descendencia inmejorable. A principios del siglo pasado, las ideas de Galton fueron importadas a los Estados Unidos casi simultáneamente con el redescubrimiento de los principios de la herencia de Gregor Mendel.

En los Estados Unidos de entonces, agitado por la incesante inmigración y desgarrado por el caos posterior a la reconstrucción, el conflicto racial estaba por todas partes a principios del siglo XX. Miembros de las élites, pensadores utópicos e incluso los llamados “progresistas” fusionaron sus temores raciales y prejuicios de clase con su deseo de hacer un mundo mejor. Así, convirtieron la eugenesia de Galton en una ideología represiva y racista. La intención: poblar la tierra con sujetos de su propio tipo socioeconómico y biológico, y acabar con los que no se ajustaran a esos parámetros.

La especie superior que buscaba el movimiento eugenésico estaba conformada no solo por personas altas, fuertes y talentosas, sino también por tipos nórdicos rubios y de ojos azules. Solo este grupo merecía heredar la tierra. Para acelerar el proceso, este movimiento pretendía acabar con negros, trabajadores asiáticos inmigrantes, indios, hispanos, europeos del este, judíos, gente de pelo oscuro, gente pobre, enfermos y en general cualquier persona que se alejara de las líneas genéticas elaboradas por los raciólogos estadounidenses.

¿Cómo llevarían a cabo esta tarea? Mediante la identificación de los llamados árboles genealógicos “defectuosos”, cuyos integrantes debían ser segregados y esterilizados hasta su desaparición. El plan maestro era literalmente borrar la capacidad reproductiva de aquellos considerados débiles e inferiores, los llamados “no aptos”.

En un “Informe Preliminar del Comité de la Sección Eugenésica de la Asociación Americana de Criadores para Estudiar e Informar sobre los Mejores Medios Prácticos para Cortar el Germoplasma Defectuoso en la Población Humana”, apoyado por la Carnegie, se exploraron dieciocho soluciones. El punto ocho fue la eutanasia.

El método más sugerido en Estados Unidos fue el de las cámaras de gas públicas. En 1918, Popenoe, especialista en enfermedades venéreas del Ejército durante la Primera Guerra Mundial, y coautor del libro Applied Eugenics (La eugenesia aplicada), proponía poner en práctica diversos métodos para deshacerse de los individuos indeseables.

Los eugenistas creían que la sociedad estadounidense no estaba lista para implementar una solución letal organizada, como las citadas cámaras de gas, lo cual ciertamente no impidió que muchas instituciones de salud mental y médicos particulares improvisaran métodos letales, como la eutanasia pasiva. Por ejemplo, una institución en Lincoln, Illinois, alimentó a sus pacientes con leche de vacas tuberculosas pues los médicos creían que un individuo eugenésicamente fuerte sería inmune a los bacilos. La consecuencia fue una elevada tasa de mortalidad.

Sin embargo, la principal solución para los eugenistas fue la expansión rápida de la segregación forzada y la esterilización, así como más restricciones al matrimonio. California lideró la nación en procedimientos de esterilización. En sus primeros veinticinco años de legislación eugenésica, California esterilizó a 9,782 personas, en su mayoría mujeres. A muchas de ellas se las clasificó como “chicas malas”, diagnosticadas como “apasionadas”, “sobresexuadas” o “sexualmente caprichosas”. En Sonoma, se esterilizó a algunas mujeres pues se consideró que tenían un clítoris o labios vaginales más grandes que lo normal.

Tan solo en 1933, se realizaron al menos 1,278 esterilizaciones coercitivas, 700 de las cuales fueron en mujeres. Los dos principales centros de esterilización del estado en 1933 fueron Sonoma State Home, con 388 operaciones, y Patton State Hospital, con 363 operaciones. Otros centros de esterilización fueron los hospitales estatales Agnews, Mendocino, Napa, Norwalk, Stockton y Pacific Colony.

Incluso Oliver Wendell Holmes, ministro de la Corte Suprema de los Estados Unidos, respaldó aspectos de la eugenesia. En 1927, por ejemplo, aseveró que lo mejor para todo el mundo era evitar que nacieran más imbéciles en vez de esperar a ejecutarlos cuando cometieran crímenes.

Su decisión abrió las puertas para que miles de personas fueran esterilizadas coercitivamente o perseguidas por ser subhumanas. Años más tarde, los nazis en los juicios de Nuremberg citaron las palabras de Holmes en su propia defensa. (Continuará)

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