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Estética e intensa puesta de “La Casa de Bernarda Alba” en Teatro Casa Tanicho

El teatro de Lorca es profundo, trágico y de un simbolismo arrollador; en él, Federico censura a la conservadora y puritana sociedad española fascista. La férrea, pero falsa moral impuesta por la dictadura franquista, se resquebraja al roce de la intensa pluma de Federico y se sus grietas emergen los más sucios secretos, se viven las más crudas pasiones en un silencio opresor, pero la verdad siempre encuentra el camino y fluye, arrastrando en su torrente vidas y honras. Así sucede en “Doña Rosita la Soltera o el Lenguaje de las Flores”, en “Bodas de Sangre” y, por sobre todas, en “La Casa de Bernarda Alba”. En esta obra, Federico arremete en forma metafórica, pero muy clara, contra la dictadura misma, asumida en el personaje de la propia Bernarda; sus hijas son el pueblo español oprimido y reprimido, y Pepe el Romano, es la juventud rebelde que reta a la dictadura y se mofa de ella en sus narices.

El sábado 6, a las ocho treinta de la noche, la compañía de teatro “Havana Fama”, de Miami, presentó una excelente puesta, adaptada, de “La Casa de Bernarda Alba” de Federico García Lorca, bajo la dirección y brillante actuación de Juan Roca. La concepción de Roca es brillante, estética y muy novedosa, pues al final agrega un epílogo, con versos del genial granadino, que simbolizan el triunfo del pueblo oprimido sobre la sangrienta dictadura franquista, que es su vez, ahogada en su propia sangre. La metáfora mayor es la opresión, rota tan sólo en el eterno atisbar por las rejas, balcones y rendijas, y la fuerza del deseo carnal que es capaz de romper cualquier cadena que se trate de imponerle. La puesta es fuerte, cruda por momentos, pero aderezada con estampas, coreografías, partes corales, que le dan una dimensión estética de calidad superior y que nos da noticia clara de la magia de teatro, pues todo esto, es ejecutado en un espacio muy reducido, cuya dimensión se agiganta merced las actuaciones y las geniales adaptaciones de Roca. Una puesta de calidad de excelencia.

La puesta es atrevida ya de suyo, pues la obra la concibe Federico como totalmente femenina, pues pone en escena a ocho personajes, todas mujeres, y Roca los asume con una brillante trupé de actores, todos varones. Al inicio se podía pensar que esta versión es tan sólo un pretexto para jotear en escena, pero conforme la trama se va desarrollando, se va percibiendo unas actuaciones intensas, profesionales, profundas, y sin perder un ápice de masculinidad ni despojar a cada personaje de su esencia natural, como fueron concebidos por Federico. Unas actuaciones de gran calidad histriónica e intensidad dramática. Federico nos regala en la obra un personaje genial: Pepe el Romano, quien nunca se hace presente en escena, pero que se deja sentir a lo largo de toda la acción y captura nuestra atención a cada una de sus acciones, y es quien genera el trágico desenlace.

Las actuaciones de toda la compañía fueron de una calidad superior. Jorge Ovies, asume una Prudencia en su justa discreción y fidelidad; Rei Prado, es una Amelia dócil y suave; Isaniel Rojas, es una Magdalena resignada, supeditada a sus hermanas; J. J. Paris, es una Angustias asumida en su doble valor, es la rica de las hermanas, pero es insegura, frágil, y muy vulnerable; Rafael Farello, es una Adela exacta, sensual, rebelde, retadora; David Ponce, es una soberbia Poncia, erguida como una columna de mármol, fiel y confidencial, pero también crítica y cortante; Juan Roca, hace honor a su apellido y nos regala una Bernarda tremenda, encimada en una soberbia dura e inquebrantable, pero que también se cae ante la tragedia desatada, una actuación de gran calidad; la intensa actuación de Osmel Poveda, nos trae a escena una Martirio con el corazón negro, negrura que se agiganta por su defecto físico, pero con un deseo carnal reprimido que la impulsa a ser más cruel aún, una actuación soberbia; Steven Salgado, nos robó el corazón asumiendo una María Josefa suave, sensual, dulce, musical, delicada, se desplaza por la escena con una levedad mágica que se roba la obra entera. A la compañía completa, un gran aplauso de pie, largo y sonoro.

Hay otros méritos que es indispensable destacar. El vestuario, fue sobrio, pero preciso, en una justa dimensión para el efecto que buscaba, con el cual cumplió su cometido. La música de fondo, fue muy bien seleccionada y puso la intensidad necesaria en cada escena. Al lucimiento de la puesta contribuyó en gran medida el preciso maquillaje de Adela Prado. La iluminación de Edward Chan, puso magia a las escenas, y dio intensidad y lucimiento, por algo es reconocido como el mejor iluminador de Yucatán. La dirección y adaptación de Roca, incluyó unas escenas de gran lucimiento, la coreografía de las hijas de Bernarda, alrededor de Poncia, es intensa y muy lucida. La danza de los faunos rodeando a Adela, reboza sensualidad y transmite el deseo reprimido en toda su intensidad. La danza del epílogo, en la que la sangre cae sobre Bernarda, y nos lleva al triunfo de la sensual María Josefa sobre su férrea y cruel hija, nos supo a gloria.

De todas las veces que hemos visto “La Casa de Bernarda Alba”, esta quedara grabada por su intensidad y profunda estética.

No podemos dejar de agradecer a Jorge Iván Rubio y Roque Ayora, su terca y tenaz persistencia para mantener este espacio maravilloso que es Teatro Casa “Tanicho”, que es tan necesario para la cultura local.

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