
Tina Tuyub, compañera de escenario y también en la vida personal del gran cómico Héctor Herrera “Cholo”, en una rueda de prensa en ocasión de anunciar actividades para celebrar el aniversario luctuoso de este, dijo a los periodistas que esta tierra es “cuna de grandes artistas y escritores, que no sabemos dónde están”. Parecerían superficiales las palabras de la actriz cómica, pero tienen un fondo involuntario de crudeza y objetividad; de realismo veraz y contemporáneo. Me sacudieron esas declaraciones ante la prensa, porque en este mismo periódico digital he hablado de la escasez, poca visibilidad y cantidad de literatos en Yucatán, tierra loada como de grandes escritores. ¿Dónde podemos encontrar las letras de Jorge Pech Casanova, las de Adán Echeverría, las del patriarca Jorge Lara, las del bien visto Roger Metri, las de Francisco Lope Ávila y las de otros tantos más? (Debo aclarar que no voy a emplear a los dos géneros, es decir, las escritoras o los escritores. Escribir es una actividad que realizan y definen a ambos géneros sexuales. Y que rechinen los dientes de quienes quieran).
El gran poeta Roger Cicero Mac Kinney, dándose a la tarea de rescatar parte de la obra de otro vate del siglo XX, Carlos Morena Medina, se pregunta, en el prólogo de su libro editado en 1979, por el ayuntamiento de Mérida, presidido entonces por Gaspar Gómez Chacón, que “cuántos se acuerdan de Wenceslao Alpuche Gorocica, siquiera de La Vuelta a la Patria, que escribió a impulsos de una emoción que se antoja imposible de ser acumulada en un solo y personal sentimiento… ¿En qué oídos se identifican los aterciopelados piropos que son cada uno de los versos de Covián Zavala?… ¿A quiénes le suenan escuchados los poemas humanísticos, de giros que siguen siendo de una autenticidad sorprendente, de Honorato Ignacio Magaloni en su Polvo Tropical?
Entre las letras de Cicero Mac Kinney, escritas en 1979 y las palabras de Tina Tuyub, dichas ahora en agosto de 2022, hay una relación trazada: el desconocimiento de obras y de autores yucatecos.
Continua Cicero Mac Kinney: “Desmemoriados somos: las ‘Playeras´ de Justo Sierra -que en Campeche se hiergue en colosal bronce frente al mar- no las recordamos como tampoco a las estrofas de la ‘Oda al 16 de septiembre’, de Quintana Roo- que si preside una enjardinada glorieta en Chetumal, minimizando a la estatua que se le concedió en nuestro parque de Santa Ana-. Y somos ingratos porque no correspondemos a la gloria ni al prestigio cultural de los que nuestros poetas nos han hecho herederos.
En la actualidad y a duras penas, se ha reimpreso una pieza de Eligio Ancona. Las obras de muchos escritores del pasado yucateco, viven en colecciones particulares o en vetustas bibliotecas particulares de ancianos que fueron amantes de la literatura que fue en Yucatán.
En nuestros días, por aquello del empoderamiento femenino, un grupo de jóvenes mujeres escritoras se han dado a la tarea de leer sus textos en algunos lugares deslindados de Mérida y presentar la obra de esta o aquella. ¿Cuál es la dimensión de ese trabajo, cual su trascendencia? Es difícil precisarlo porque no se dice dónde se puede comprar ese trabajo y tampoco los jerarcas de la literatura se han dignado a opinar sobre esos trabajos. ¿Por qué? Porque no son de su generación y, por lo tanto, no son sus íntimas cuatitas.
Así las cosas, en esta entidad “culta y productora de grandes creadores”, que hoy viven embalsamados en sus nichos, recibiendo el humo del incienso y la alhucema por el trabajo que realizaron en la fiebre de su juventud y que no pudieron continuar en los años de su vejentud.
¡Ah!, eso sí. En la institución oficial de cultura tenemos departamentos de literatura, de danza y de música. ¿Y qué hacen, a que se dedican, que fomentan, que producen?
Por la libre o por la vía oficial, hoy por hoy, la actividad cultural en Yucatán, es apañada por los festivales de la longaniza, el kastakán, el del queso de bola, los del panucho y rosca de reyes que nos han dado gran prestigio internacional y nos han traído gran turismo.