
Todos los días la misma rutina inflexible y rutinaria primaria y secundaria de las mas prestigiadas en la ciudad, seguía el inmutable cronometro sentido del tiempo. Exclusivamente varones a las siete de la mañana sonaban la campana y los alumnos se formaban en frente de sus respectivos salones situados estos del primero al quinto grado pegados uno junto al otro. Con los mismos mesabancos viejísimos probablemente desde que se fundo la escuela hace cincuenta años. Colegio exclusivamente para varones. Los alumnos iban entrando a sus respectivas aulas enseñando que al maestro de cada grado de pie a la puerta del mismo un pañuelo, regla seguida a raja tabla.
Nunca me explique por qué ese afán tan severo por el dichoso pañuelo. Quien no lo llevara tendría que escribir cientos de veces la frase “debo traer pañuelo”.
Era tal el compañerismo que nadie sobresalía sobre los demás, ni los mas aplicados. Excepto uno: alto y muy delgado, desgarbada facha y rostro muy peculiar. Lo que lo hacía diferente al resto, eran sus afeminados ademanes, su manera de actuar idéntica a la de una señora, ni si quiera una niña.
“La lección Juanito” decía el maestro y el susodicho se levantaba con cara de asustado poniéndose las manos sobre la boca decía con voz de miedo: “¡madre!”. A ver dame la tabla del cuatro decía el maestro: ¡”madre”! temblando.
En punto de las diez de la mañana los chamacos salían al recreo de quince minutos en que cada quien vagaba por el amplio campo arbolado, mientras otros jugabas futbol, mientras que “madre” que ya se le había quedado de apodo caminaba con otro amiguito pescando maripositas y recogiendo flores. Tocaba la campana y de vuelta al salón en donde nuestro amigo “madre” era objeto de numerosas bromas. Sin llegar a la agresión, pero con burlas alas 11 en punto la salida. En manada corrían hacia los sorbetes de lujo o a los salbutes de boicot. El 80% utilizaba la bicicleta como medio no como moda.
Por las tardes, a las 3 pm una clase y de 4 en adelante deportes, casi siempre futbol. Como todos tendrían que jugar, quedaban para el final los mas malos jugadores… y “madre”. Cuando ya no quedaba de otra y lo llamaban el casi gritaba un “madre” tapándose la boca. Y se incorporaba al equipo deambulando sin rumbo fijo.
Cierto día nuestro personaje, llego a la escuela con un brasier de mujer relleno de calcetines cosa que sus compañeritos pronto descubrieron: “¡miren, miren Juanito trajo un corpiño”! entre todos lo persiguieron, le abrieron la camisa, le arrebataron su sostén, dándole una terrible pamba. El pobre Juanito ante la agresión solamente gritaba (uay, uay, no me peguen voy a perder a mi hijo).
El escándalo trascendió de tal manera que citaron a los papás de los cinco niñitos mas agresivos y a los del mismo Juanito. ¿saben ustedes que sucedió? Expulsaron de la escuela al pobre Juanito que porque era un mal ejemplo para todos sus compañeros. Así era. Esto paso y yo lo vi, fui testigo presencial.
P.D. Los Leones pasaron de panzazo. Culpa de Andrés Manuel López Obrador.