
Salmo 103
¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!
Despierta, oh alma mía y bendice a Tu Dios y Señor! Todo cuanto soy y todo cuanto tengo, ¡bendigamos Su Santo Nombre! Sí alma mía, el Nombre Omnipotente y capaz de derribar a todas las fuerzas enemigas es JESUCRISTO. Esta es una razón poderosa para bendecir Su Santísimo Nombre, porque ante Él, todas las fuerzas enemigas de las regiones celestes y aún en los abismos se postran.
Recuerda, alma mía, cuántos y cuántos beneficios de Dios has recibido inmerecidamente. Él es quien te ha perdonado todas tus faltas y ha sanado todas tus dolencias. Él te ha librado de que llegues prematuramente al sepulcro y con Su Inmenso Amor ha tenido de ti una gran compasión. Te ha colmado de bienes y te ha rejuvenecido como a las águilas. Él te hace justicia y defiende a los oprimidos.
¡No olvides que Él ha sido tu liberación de tantas cadenas que te ataban y te esclavizaban!
Él le dio a Moisés Sus Divinos Mandatos y reveló Sus maravillas al pueblo elegido. Ahora, Él por medio del Espíritu Santo ha grabado Su Ley en tu corazón, porque Él es clemente, compasivo, lento para airarse y grande en amor.
Dios, oh alma mía, no está enojado para siempre ni su rencor es eterno. No nos trata como merecemos por nuestras transgresiones, porque su amor es tan elevado como la distancia que separa el cielo de la tierra. ¡Qué maravilla tan inexplicable! ¡Todas nuestras maldades las ha alejado tanto de nosotros, como separó el oriente del occidente! Eso significa que las ha dejado en el olvido, porque nos ha justificado. ¡Alma mía! ¡Alma mía! Comprende que conservando ese sagrado respeto y esa profunda adoración, nuestro Dios y Señor estará cuidando de nosotros como lo está un padre con sus hijos.
Solo Dios sabe que somos frágiles seres de barro y que como la hierba y las flores silvestres tenemos contados los días de nuestra vida. A pesar de todo ello, oh alma mía, el Amor divino es eterno y permanece con los que le rinden respeto y adoración. Su justicia está y estará con los hijos de nuestros hijos, siempre y cuando cumplan lo pactado lealmente y observen sus preceptos. ¡Aprende, alma mía, que respetar Su Ley Divina es totalmente benéfico para ti, porque, finalmente, tú eres mi esencia y tú eres la causa de mi felicidad en esta vida o la que provoques mi condenación eterna y la desgracia en esta vida tan breve.
El Señor tiene Su Trono en lo más encumbrado de los cielos y desde ahí reina y domina sobre todo y sobre toda la humanidad.
¡Alma mía! ¡Qué privilegio tan excelso tienes que das ordenes a los mismo Ángeles, seres maravillosos que cumplen fielmente las ordenanzas divinas, para que alaben junto con todo el ejército celestial! En este detalle ves cómo aunque eres un poco inferior a los ángeles, estas coronada de gloria y de honor. Por si fuera poco, también invitas a que toda la creación en todos los ámbitos del universo alaben al Señor.
Alma mía: Estás en deuda para con Tu Creador y quien debe alabarlo, bendecirlo, glorificarlo y adorarlo eres tú. Recuerda, alma mía que la alabanza te engrandece, te dignifica y te hace ser parte del privilegiado coro de los cielos.
¡No alcanzas a dimensionar, oh alma mía la grandeza con la que has sido creada! Por eso y por mucho más, ¡Alaba, alma mía al Señor y todas mis entraña Su Santo Nombre!