
Durante esta semana y la próxima, en ocasión del 77 aniversario de los bombardeos atómicos que destruyeron las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, se exhibirán de nueva cuenta las imágenes que captaron los estragos de la guerra nuclear: paisajes desolados, esqueletos quemados, enfermedades por radiación, informó ayer el periodista Rory Carroll en el diario británico The Guardian.
El 9 de septiembre de 1945, el teniente Daniel McGovern, camarógrafo de la Fuerza Aérea del Ejército de los Estados Unidos, documentó la zona cero de Nagasaki, es decir, el punto donde había ocurrido la detonación de la bomba cuatro semanas antes. Es el hombre con una cámara que aparece solo en medio de los escombros donde días antes bullía la ciudad de ese nombre.
Esas imágenes inquietantes existen gracias a McGovern, quien supervisó los equipos de camarógrafos japoneses y estadounidenses en Hiroshima y Nagasaki. Cuando regresó a los Estados Unidos hizo copias secretas de las imágenes para preservarlas de la censura e incluso de su desaparición.
Es hasta ahora que se conoce esa historia. Joe McCabe, periodista del condado Monaghan, Irlanda, ha escrito una biografía de McGovern titulada Rebels to Reels, publicada a principios de este mes después de 20 años de investigación, la cual incluye entrevistas con el documentalista antes de que muriera en 2005.
Esa investigación revela que McGovern fue testigo no solo de los albores de la era atómica, sino también de la revolución de Irlanda, el gobierno de Franklin D. Roosevelt, Hollywood en tiempos de guerra y del llamado incidente de Roswell, que forma parte de la tradición OVNI.
McGovern nació en la ciudad de Monaghan en 1905, hijo de un policía. Durante la guerra de independencia de Irlanda (1919-21), cuando todavía era menor de edad, ingresó a los Black and Tans, una fuerza militar británica.
La familia emigró a los Estados Unidos y McGovern, apodado Big Mack por sus 1.95 metros de estatura, se unió a la fuerza aérea, pero terminó en la Primera Unidad Cinematográfica. Fue fotógrafo del presidente Roosevelt antes de establecer una escuela de entrenamiento de camarógrafos de la fuerza aérea en Hollywood, donde conoció a Ronald Reagan, Clark Gable y otros artistas.
McGovern participó en misiones aéreas de bombardeo sobre Alemania, sobrevivió a dos accidentes y filmó imágenes que se utilizaron en un documental de 1944: The Memphis Belle: A Story of a Flying Fortress.
Su trabajo más relevante, sin embargo, lo llevó a cabo en 1945 en Japón, donde tomó fotografías fijas y filmó con cámaras de 35 mm en blanco y negro y Technicolor.
Los campos alrededor de Nagasaki estaban teñidos de blanco y la ciudad parecía como si un “yunque gigante” la hubiera aplastado, le contó a McCabe. En una escuela en ruinas filmó los cuerpos de niños en medio de montones de cráneos. “Cientos de niños habían sido succionados por las ventanas. Siempre encontrábamos huesos”.
Registró escenas desgarradoras en hospitales saturados de víctimas, incluida la agonía de un niño de 16 años llamado Sumiteru Taniguchi. Otros pacientes tenían erupciones cutáneas, pérdida de cabello y sangrado de nariz y boca; más tarde estos síntomas se identificaron como enfermedad por radiación.
McGovern también capturó el fenómeno de las personas que se habían desintegrado por el intenso calor de la radiación, pero que sin embargo habían dejado sombras. Se calcula que las dos bombas atómicas mataron a más de 200,000 personas.
Los equipos de McGovern acumularon 100,000 pies de imágenes en color y contaron con la ayuda de Nippon Eigasha, un servicio de noticieros japonés, que tenía otros 26,000 pies de imágenes en blanco y negro, grabadas mucho antes de que llegaran los estadounidenses. El irlandés ayudó a editar las imágenes japonesas en un documental titulado Efectos de la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki, y planeaba utilizar las imágenes en color en otro. Empero, las autoridades de Washington clasificaron el material como secreto en 1946. “No querían que el público estadounidense viera los horrores”, dijo McGovern. Discretamente hizo copias en el Pentágono: almacenó un juego en un depósito de películas de la fuerza aérea en Dayton, Ohio, y se quedó con otro.
Con el paso de los años, McGovern presenció pruebas de cohetes y desacreditó las teorías sobre extraterrestres en Roswell. En 1967, un comité del Congreso de los Estados Unidos, en el que figuraba Robert Kennedy, pidió ver las imágenes de la bomba atómica. El material había sido desclasificado, pero nadie pudo encontrar los originales. McGovern, que para entonces ya tenía el rango de teniente coronel, envió su copia a las autoridades.
En 1970, el público en general tuvo oportunidad de ver por primera vez las imágenes, que se habían incorporado en una película titulada Hiroshima Nagasaki – Agosto de 1945, durante su estrenó en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. El auditorio estaba lleno, pero al final de la proyección hubo un silencio revelador.
Los parientes de McGovern viajaron la semana pasada a Monagham para revelar una placa que reconoce la valiosa aportación gráfica de Daniel McGovern para la historia.
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