
Hoy las lecturas nos llaman a darnos cuenta de algo que fue fundamental en la vida de San Ignacio: Ordenar la vida. Es decir, saber elegir y priorizar en la vida de acuerdo a un centro, a un referente, a un deseo fundamental que para él fue alabar y servir a Dios.
Podemos hacer centro de nuestra vida las cosas, un talento, nuestra ciencia o una habilidad, así podemos pasar la vida con la vana ilusión de que cuando seamos eso, nos reconozcan aquello y tengamos tal o tanto de esa cosa, en ello encontraremos la felicidad. Olvidamos lo efímero de la vida, “breve como un sueño”. También en eso de “alabar y servir a Dios”, nos podemos quedar en discursos y formas estériles, que sólo repetimos, pero no vivimos ni entendemos. ¡Dios!, ¡Jesús!, pueden no quitarse de la boca, pero no movernos el corazón ni expresarse en acción.
San Pablo hoy nos llama a darnos cuenta de lo que se dio cuenta San Ignacio: Hay que buscar los bienes de arriba, no los de la tierra. Hay que dar muerte a los deseos malos, al deseo de controlarlo todo, poseerlo todo, a querer ser Dios. Recibimos hoy un llamado a la conversión: “Despójense del modo de actuar del viejo yo y revístanse del nuevo yo”.
Se trata de ser una nueva versión de nosotros mismos, de ordenar el corazón teniendo como centro a Dios. Esto se expresa en una libertad enorme para vivir, haciendo el deseo de Dios, es decir, viviendo como Jesús vivió: perdonando, compartiendo, incluyendo y sanando, en cada circunstancia de nuestra vida.
¿Qué es lo más importante para ti? ¿Qué buscas? ¿Te sientes libre para comenzar de nuevo, para dejar que Dios haga de ti algo nuevo? ¿A qué te invita Dios?
Oremos por la conversión. Este domingo en México pedimos por la conversión de los victimarios, de quienes participan ejecutando el mal. Pedimos por los políticos, que también conviertan su corazón y dejen de buscarse y busquen a Dios, haciendo la mejor política que provoque respuestas buenas y eficaces a la nación.
Rv. P. Hernán Quezada sJ