
(Ecos en octubre, a mi retorno de la Habana1)
Yo cancelaba un eco en la llovizna
porque venía de tanta transparencia,
tanto octubre amotinado
que la sonrisa se midió desierta,
abandonada en la harapienta bruma.
Cadáver de la flama entonces,
sombra apenas del aliento
me fui quedando ausente,
baldío del rostro y solitario.
Como aquel eco insular de exilio
resido en lo arterial de mi silencio,
la noche desembarcaba su negrura
y yo asumía, sorda
rotundamente,
la imprescindible vocación de un alba.
[1] Poema publicado originalmente en Centinela del espejo, Mérida, 1993. Leído por el autor en el evento conmemorativo del 26 de julio, en el Centro Cultural José Martí de Mérida.