
Salmo 9
¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!
¡Felicidades, Señor, Felicidades! Hoy, abriendo mis ojos al alba, de mi corazón salió de manera espontanea un deseo de alabarte, de narrar a todos los míos todo lo admirable que conmigo has sido. Mi gran regocijo y mi bendita alegría me llevan a cantar salmos inspirados que proclamen la Grandeza de Tu Nombre, ¡oh Dios Altísimo!
Me consta que todos mis enemigos tropiezan y se desvanecen ante Tu presencia que está dentro de mi ser y lo estará hasta la eternidad. Estoy seguro que eres un juez justo y estás en Tu Trono de Gloria, porque has castigado a los impíos y borraste para siempre su recuerdo.
Tus enemigos cayeron en desgracia, desvaneciste sus ciudades desde sus cimientos sin que de ellos quede memoria alguna. Es más: Hay muchos sepulcros que dicen de muchos de ellos: “vivió sin pena ni gloria.”
Tú, Señor, reinas para siempre y Tu Trono está para juzgar al mundo entero con justicia y gobernarlo con equidad y, aunque parezca que los malvados tienen mucho poder, Tú los arruinarás en el momento oportuno.
Señor: Tú eres un verdadero refugio de protección para los oprimidos y su fortaleza en los momentos de angustia. Por eso proclamamos quienes conocemos Tu Nombre, ya que Tú, jamás abandonas a quienes Te buscan. Ahora comprendo que conocerte por Tu Nombre, pero llamarte Papacito, es más honroso porque demostramos al mundo entero que SOMOS TUS HIJOS y tengan respeto por nosotros. Todos a una voz: ¡Cantemos salmos al Rey de Sión y que las naciones sepan de Tus grandes hazañas! Tú, Señor, jamás abandonaste al inocente ni Te olvidaste de los afligidos
¡Ten compasión de mí, Señor, Te consta cómo se ensañan contra mí los que me odian! Cuando me encuentre en peligros mortales, ¡líbrame! para que a las puertas de Jerusalén me regocije y proclame Tus alabanzas: ¡Han caído los infieles en sus propias fosas, en sus propias trampas y en sus propias redes!
Ahora, ¡Te alabamos, oh Señor porque verdaderamente impartes justicia y vemos a nuestros enemigos caer en el foso de la muerte donde impera el olvido! Sabemos que al necesitado de Ti recibe lo que su alma reclama y aún el más pobre pone su confianza en Ti, Señor.
Señor: ¡Levántate! ¡No permitas que el hombre sin temor y sin escrúpulos prevalezca sobre nosotros! ¡Haz comparecer a las naciones ante Ti y tengan de Ti temor! ¡Haz que comprendamos todos que ante Ti, somos unos simples mortales que sin Ti, nada somos!
¡Bendito eres, oh Señor y Dios de nuestros amados y siempre recordados padres! Amén.