
El verano yucateco está en todo su esplendor, y la gente adulta en su mayoría, luce en la mano copa de alcohol. Y si está en su yate o en el de algún cuate: ¡Qué chic!
Y con esto, se han incrementado los robos en el puerto y más en la Ciudad de Mérida.
No cabe duda que el cinturón de miseria que rodea a la Ciudad de los “xcaues” está apretando cada día más fuerte.
Lógico cuando la canasta básica se ha vuelto una canasta de privilegio para las mayorías e inaccesible para el proletariado y “subproletariado”. Mérida se anuncia como ciudad turística, y sus precios así son: de ciudad turística,
Pero lo más triste es que los sueldos son de miseria y de explotación peor que si la gente fuera “trabajadora” de hacienda del siglo pasado.
Pero todos están muy contentos y felices porque el verano ya llegó y “cuando calienta el sol aquí en la playa…”
A cuidar y reforzar puertas, ventanas por dentro y por fuera. Ya que si te van a robar al menos que les cueste un poco más de trabajo.
Imagínense cuando comience el éxodo de Cancún y zonas aledañas. Ahora sí que nos cayó “shulá” como decían antes. Y cuando comiencen las clases y la compradera de libros, cuadernos, uniformes, lápices y crayones, tenis y “pants”, el robo en la ciudad subirá hasta el cielo, de tal manera, que San Pedro cerrará definitivamente las puertas del cielo y tirará las llaves a las aguas del Erebo.
¿Será que todo esto es efecto de la canícula?
Vaya usted a saber, pero la realidad siempre supera a la ficción y al rumor, y lo pensado con temor y miedo.
Pero para ciertos sectores del gobierno y la iniciativa privada, el negocio de vender Yucatán como mazapanes, va viento en popa,
Y ya comenzaron a oírse cada vez más fuertes las quejas, como la de los vallisoletanos que se volvieron extranjeros en su pueblo y todo no está caro sino inaccesible y así en otros poblados del interior del estado, donde los extranjeros están asentando sus reales, peor que los conquistadores ibéricos que llegaron con los Montejo.
Todo cambia y anda queda…dijo el poeta…y en Yucatán ya nada existe, como los comestibles básicos en la tienda del ISSTE de la calle 60, en la que cada día hay menos que comprar y más empelados que miran horrorizados su extinción total.
Y no tenga usted ninguna duda de que la culpa la tiene el tren maya, como dicen los presumen de saberlo todo:
Al compás del cha cha chá
Del cha cha chá del tren:
¡Qué gusto da viajar
Cuando se viaja en tren!
Pues parce que el amor
Con su dulce vaivén
Produce más calor
Que el cha cha chá del tren.
Recuerdo que mi primer viaje en tren fue a Progreso, con mi tía Concha que me llevaba para las vacaciones de verano a casa de las tías Castillo Vales.
(Que he de confesar, que no eran mis tías, pero así las llamaban mi abuela materna y mi tía Concha.)
Y la música que tuvo de fondo ese viaje, fue el de la rockola de la estación de Progreso, que dejaba escuchar desde su panza multicolor: Patricia con Pérez Prado.