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La biblioteca de Stalin (y II)

AL: A partir de ahí, Stalin dio la máxima importancia a la formación teórica de los cuadros —usted escribe sobre el empeño que puso en la publicación de Historia del Partido Comunista de la Unión Soviética: Curso Breve— como herramienta para reorientar al partido después de la Gran Purga. Stalin no era solo un dogmático. Como usted señala, él vio el estudio de la historia como una ciencia basada en la evidencia. ¿Hasta qué punto Stalin empleó el pensamiento crítico en comparación con el dogmático? O mejor dicho, ¿cómo reconcilió estos dos polos?

GR: Aunque Stalin era un marxista dogmático eso no le impidió ver la realidad ni lo privó de la capacidad de razonar y participar en la autorreflexividad crítica. De hecho, siempre afirmó ser un marxista creativo, cuyas ideas cambiaban y se desarrollaban a medida que la historia progresaba y se expandía el ámbito de la experiencia humana. Dicho esto, a Stalin no le gustaba admitir errores y sí le gustaba culpar a los demás cuando la implementación práctica de su ideología salía mal. Como dijo Fidel Castro alguna vez, si el socialismo tenía defectos, estos eran resultado de las personas, no del sistema o la ideología.

Como David Brandenberger y otros han demostrado, Stalin fue el autor principal del Curso Breve, que es un ejemplo interesante de su marxismo dogmático pero creativo. Por un lado, es una historia sectaria y personal del partido que estigmatiza como traidores a los oponentes políticos socialistas de Stalin, una narrativa que no puede resistir un escrutinio empírico serio.  Por otro lado, Stalin también se esforzó en este texto por contrarrestar los excesos de su culto a la personalidad. En la edición y composición del libro redujo considerablemente su presencia personal en sus páginas porque quería que la gente amara y se comprometiera con el partido como institución. También quería armar a los cuadros del partido con el conocimiento de la teoría marxista que los blindaría contra las influencias burguesas dañinas y les permitiría interpretar e implementar correctamente la política del partido.

No estoy diciendo que Stalin haya tenido éxito en estos objetivos, pero el libro sí fue leído y estudiado en profundidad por millones de ciudadanos soviéticos, incluido su hijo Vasily, que tuvo que presentarse a un examen basado en él, que aprobó con creces.  Stalin también le dio una copia a su hija Svetlana para que la leyera, ¡pero ella lo encontró demasiado aburrido!

AL: En una nota, al describir las marcas marginales de Stalin, usted escribe: “entre sus expresiones de desdén estaban ‘ja ja’, ‘galimatías’, ‘tonterías’, ‘basura’, ‘tonto’, ‘cabrón’, ‘sinvergüenza’ ¿Podría hablar sobre cómo usó los márgenes y lo que eso nos dice sobre él?

GE: Esos son ejemplos de expresiones negativas que Stalin usó, pero también podía ser positivo y entusiasta con los textos. De hecho, con mucho, su anotación más frecuente, tanto en documentos como en libros, fue NB [nótese bien u obsérvese], que escribió en latín. Stalin leía para aprender, no para quejarse. Lenin era su autor favorito, pero estaba dispuesto a aprender de cualquiera, incluidos sus archirrivales y enemigos jurados. El compromiso emocional de Stalin es evidente en sus anotaciones, al igual que su completa fidelidad al marxismo: en los muchos miles de páginas de libros marcados por él en la privacidad de su lectura personal, no hay el menor indicio de duda sobre su política e ideología elegidas.

La mayoría de los pometki de Stalin consisten en subrayados de oraciones y párrafos y líneas en el margen. También le gustaba numerar los puntos que elegía del texto. Las marcas no verbales de Stalin muestran lo que era interesante e importante para él y lo sistemático y comprometido que podía ser como lector. Técnicamente, no hay nada especial en los pometki de Stalin. Los de Lenin eran bastante similares. De hecho, se parecen a los de cualquiera que marque sus libros, como incluso lo hago yo.

Cuando los restos de la biblioteca de Stalin fueron accesibles a los investigadores, hubo prisa por encontrar pistas que revelaran todo sobre Stalin como persona, especialmente su motivación para el Gran Terror. Pero si bien las notas marginales de Stalin son interesantes, y a menudo intrigantes, en su mayoría confirman lo que sabemos de muchas otras fuentes, por ejemplo, que fue un devoto discípulo de Lenin. La explicación del Terror no se encuentra en las acotaciones de Stalin, sino que se localizan a plena vista en la política y la ideología de la despiadada lucha de clases en defensa de la revolución y la búsqueda del socialismo.

Lo que los pometki de Stalin muestran es que era un intelectual serio que tenía una rica vida lectora, un aprendiz permanente que se tomaba en serio la exhortación bolchevique de revolucionar la propia mente y la sociedad.

AL: Finalmente, desde la invasión rusa de Ucrania, han proliferado las comparaciones entre Stalin y Putin. Por ejemplo, el biógrafo de Stalin Simon Sebag Montefiore escribió recientemente: “La represión de Putin a nivel interno se parece cada vez más a la tiranía estalinista, en su culto al miedo, la organización de desfiles patrióticos, el aplastamiento de las protestas, las mentiras descaradas y el control total de los medios de comunicación, aunque sin las deportaciones masivas y los tiroteos masivos”. Aunque no creo que el ejemplo de Montefiore sea convincente, puesto que podría describir el comportamiento de cualquier dictadura, pasada o presente, tengo curiosidad por saber cómo ve usted la comparación entre los dos.

GE: Después de la muerte de Stalin, el socialismo soviético se volvió mucho menos autoritario y violento, pero siguió siendo reconocible el sistema que él había creado. Putin nació y creció en ese sistema post-Stalin relativamente relajado. Como la mayoría de los ciudadanos soviéticos, aceptó sus valores, ideología, política y estructuras socioeconómicas. Fue miembro del partido comunista y sirvió en la KGB. Pero cuando la URSS colapsó en 1991, se reinventó a sí mismo como un demócrata liberal procapitalista y más tarde pasó a ser un político conservador y más autoritario.

La gran continuidad política entre Stalin y Putin que veo es su adhesión al multinacionalismo, su concepto compartido de un estado basado no en la etnia sino en la lealtad patriótica de su ciudadanía. En ese sentido, el Estado multinacional soviético todavía existe en la forma de la Federación Rusa. Al igual que Stalin, Putin está decidido a defender ese estado contra enemigos extranjeros, incluso a través de la expansión de sus fronteras.

Putin es sin duda un político que ha leído lucho. Al igual que Stalin, sus lecturas favoritas son la historia y la ficción. Ha publicado artículos respetables, aunque controvertidos, sobre los orígenes de la Segunda Guerra Mundial y sobre la historia de las relaciones entre Rusia y Ucrania. Sus discursos están salpicados de referencias a la historia y a los clásicos literarios. Mantiene una ejemplar de la poesía de Lermontov en su escritorio y afirma que no se puede entender Rusia sin leer su gran literatura.

Putin también está muy interesado en las ideas, especialmente las de los filósofos rusos conservadores que proporcionan una cosmovisión alternativa tanto al marxismo como al liberalismo. Pero no tengo la impresión de que su compromiso con sus ideas sea particularmente profundo, o que sea un pensador sistemático como Stalin, y mucho menos un teórico o ideólogo.

Como intelectual, la política de Stalin fue moldeada por su ideología utópica y por su profunda creencia en el poder transformador de las ideas. Era un intelectual en el poder. Putin es un político más convencional, aunque con un profundo amor por la lectura.

Geoffrey Roberts es profesor emérito de Historia en el University College Cork y miembro de la Real Academia Irlandesa. Sus libros anteriores incluyen el aclamado Stalin’s Wars: From World War to Cold War, 1939-1953 (2006) y Stalin’s General: The Life of Georgy Zhukov (2012), que ganó el Premio al Libro Distinguido de la Sociedad de Historia Militar.  

Referencia:

https://historynewsnetwork.org/article/183517

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