La última es que todos tenemos COVID. Sí, así es, todos tenemos COVID.
Todos estamos covidosos, como los “congozos” que bailan conga en el Congo, como cantaba la tiple hispanoargentina Celia Gámez.

Pues, unos pueden dejar de trabajar y otros pues allí siguen, dándole duro a la chamba para que salga la comida y los otros gastos.
Y yo, cuando siento que estoy brincando en cámara lenta los ataques de pánico, me da un trancazo la alergia porque La contaminación está rechévere.
Y es cuando aquello de: te aclimatas o te aclimueres, se transforma en la única salida del primer cuarto de siglo XXI.
Dichosos los que no se enferman, de ellos, no será el reino de los cielos. Eso es definitivo, indudablemente.
Llegó a mis manos un hermoso libro de Pablo Neruda: El libro de las preguntas.

Obra póstuma, que es una delicia de poesía, en donde un Neruda maduro, regresa a la frescura infantil del por qué, y de la pregunta aparentemente absurda, pero poética.
XXX
Cuando escribió su libro azul
Rubén Darío no era verde?
No era escarlata Rimbaud,
Góngora de color violeta?
Y Víctor Hugo tricolor?
Y yo a listones amarillos?
Se juntan todos los recuerdos
de los pobres de las aldeas?
Y en una caja mineral
guardan sus sueños los ricos?
Bello libro de poesía publicado por Booket/Planeta y que, en estos tiempos tristes como muselinas grises, es una delicia para los sentidos.
Es cuando nos damos cuenta de para qué sirve la poesía. Ojalá la leyeran un sábado y otro jueves cualquiera los políticos y los que sólo suman, restándoles vida al mundo, a la manera de Monsanto.
Y el internet, falla que te falla, sin saber que Falla fue un excelente músico amigo de Federico García Lorca.

Y que en Cádiz un teatro lleva su nombre.
Y las marchas del orgullo “lgtb”, o marchas por de la diversidad sexual se realizan por casi todos los rincones de nuestro país, de la misma manera en que el aire esparce al diente de león.
