Bienestar EspiritualReligiones

¡Amemos la Verdad, pero también a nuestros prójimos!

Ser parte de la Iglesia del Señor es estar en la certeza DEL VERDADERO CAMINO, DE LA VERDAD ÚNICA Y DE LA VIDA ABUNDANTE. Se vive en la conciencia de que la vida es una lucha permanente contra toda adversidad, pero en la certeza de que saldremos vencedores por medio de la oración ferviente y la fe que nos hace visualizar que lo que está por suceder será lo mejor.
Cuando uno se encuentra en la Verdad de Cristo, la Vida Verdadera florece, se ve y se nota en El amor que es paciente y bondadoso. En el amor que no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. Que no se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. En el amor que no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” (1ª. Corintios 13:4-7).
Es el Espíritu Santo quien nos hace que sea el Amor Divino el que nos ilumine y nos lleve a dar testimonio de LO QUE ES LA VERDAD que nos llevará a LA LIBERTAD y nos hará más responsables, más decorosos, más comprensivos y nuestra lucha contra la maldad, contra el error será con nuestra actitud amorosa que no confronta ni enfrenta, sino que nos hace oración viva, ferviente, omnipotente y capaz de convencer que LA PRESENCIA DIVINA traducida en amor es el arma más poderosa para que luchemos exitosamente contra el mal, contra el error, contra la herejía y contra las divisiones en La Santa Iglesia del Señor.

El amor nos fortalece y nos hace comprender que lo que dijo el Señor se dará por necesidad, ya que, “Conocerán la Verdad, y la Verdad los hará libres” (San Juan 8:32).
La historia, “la Maestra de la Vida” nos enseña que, cuando nos dedicamos a proteger La Iglesia de las herejías, nos volvemos maestros de la Verdad belicosos e irrefrenables; apologetas inmisericordes y capaces de implantar inquisiciones e inquisidores crueles y desalmados. Y todo ello, debido a que defendemos una verdad, pero omitimos el MANDATO DIVINO DEL AMOR.

La Iglesia apostólica y post apostólica fue un ejemplo de la vivencia del amor. ¡Cómo en el Siglo II se expresaba Tertuliano al referirse a ella, exclamando!: “¡Miren cómo se aman! ¡Miren cómo están dispuestos a morir el uno por el otro!” ¡Esa era LA IGLESIA DE CRISTO! ¡ALLÁ DEBEMOS REGRESAR! ¡Abandonemos esas posturas de apologetas, de defensores de LA SANA DOCTRINA y que sea EL AMOR el que transforme Nuestra Santa Iglesia!
Hago señalar que NO ESTOY CONTRA LA SANA DOCTRINA, sino contra los excesos que a nombre de ella se cometen. La Sana Doctrina se fundamenta en Cristo, quien nos dio el Único Mandamiento que fundamenta y sostiene la Verdad: “EL AMOR”. ¡Deberíamos abandonar tantos sistemas teológicos para ocuparnos de trabajar con todo el amor y la pasión para hacer de la Iglesia UNA COMUNIDAD DE AMOR!

¡Solo así veremos que UNA NUEVA PRIMAVERA amanece en la Santa Iglesia de Cristo! ¡Retornar a la Patrística es recuperar la belleza, el esplendor y la pureza de la Sana Doctrina! El amor no obliga… ¡Contagia y enaltece!

Deja un comentario

Botón volver arriba
error: Este contenido está protegido. Gracias.