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La arquitectura mundial en las manos de las mujeres: Premio Pritzker 2020

Dra. en Arq. Yolanda Fernández Martínez

Yvonne Farrell y Shelley McNamara, foto cortesía de Alice Clancy

Por segunda vez en los 40 años de la historia del premio Pritzker, se ha reconocido el trabajo de un despacho fundado y liderado en esta ocasión, por dos mujeres. Este reconocimiento es para los arquitectos como el equivalente del premio Nobel y fue creado en 1979 por la familia del mismo nombre, quien a través de la fundación Hyatt otorga el reconocimiento después de una exhaustiva valoración del ejercicio profesional de los aspirantes. Para este año 2020, las galardonadas son dos mujeres Shelley McNamara (1952) e Yvonne Farrell (1951) quienes fundaron en 1978 el estudio Grafton Architects en Dublín y a lo largo de sus 40 años de trayectoria han realizado proyectos de diferentes escalas en Francia, Italia, Reino Unido y Perú.

Los argumentos del jurado para otórgales tal distinción se centró en que, sistemáticamente McNamara y Farrell han practicado la arquitectura a lo largo de 4 décadas de una manera que claramente refleja los objetivos del Premio Pritzker, los cuales son reconocer el arte de la arquitectura y el consistente servicio a la humanidad, como evidencia a través del cuerpo de la obra construida. Asimismo, han logrado alcanzar los más altos niveles de calidad en la arquitectura y su relación con las condiciones específicas del contexto, tomando en cuenta siempre las necesidades de la gente que usará tales espacios.

De tal manera, que el trabajo de este dúo de arquitectas irlandesas juega el complejo papel que la arquitectura tiene tanto hacia el interior de la obra construida, como hacia el exterior y el continuo dialogo que debe de tener con el contexto en el cual se inserta. Este dialogo entre la arquitectura y su entorno, representa el nivel de comprensión que los arquitectos tienen con respecto a la historia, la cultura y las condicionantes especificas del emplazamiento.

McNamara y Farrell han constituido un repertorio de obras en diferentes escalas, que incluye un significativo número de edificios institucionales dedicados a la educación, la cultura y actividades cívicas, como también proyectos de vivienda, entre los que figura hasta una casa de poco más de 100 metros cuadrados, que podría considerase una propuesta de vivienda mínima o de tipo social.

Uno de los edificios de gran escala que conforma el repertorio valorado por los jueces, es el Campus Universitario UTEC (2015) en Lima, Perú, el cual se caracteriza por respetar el complejo emplazamiento y a pesar de ser una obra monumental dedicada al ámbito educativo, los jueces identificaron que el espíritu de McNamara y Farrell es evitar la frivolidad de las formas y procurar que las grandes escalas construidas, tengan a su vez subescalas o una nueva configuración al interior, de manera que se vaya constituyendo una secuencia o sistema de espacios en pequeñas escalas, los cuales le brindan una sensación de comunidad al interior de un edificio que en su exterior representa a una gran institución.

University Campus UTEC Lima, photo courtesy of Iwan Baan

Por su parte el edificio de la Escuela de Economía y Ciencias Políticas de Londres también mantiene este sentido de comunidad al interior a través de una composición de espacios y volúmenes de diferentes en diferentes escalas y que además se inserta en un contexto histórico. En este sentido, el desafío se centra en resolver las necesidades de complejos educativos de alto nivel en contextos totalmente diferentes, uno latinoamericano y otro en una zona histórica europea.

London School of Economics and Political Science, photo courtesy of Grafton Architects
London School of Economics and Political Science, rendering courtesy of Grafton Architects

Finalmente, el jurado reconoce que el ámbito de la arquitectura ha sido dominado por el género masculino y que el desempeño constante y a largo de 40 años de las arquitectas McNamara y Farrell, representan un nuevo enfoque para la arquitectura y el compromiso social y cultural que debe de salvaguardar la obra construida. Cabe destacar que en el 2004 fue la primera vez que una mujer recibiera el Premio Pritzker y le correspondió la distinción a la arquitecta inglesa nacida en Bagdad (Irak) Zaha Hadid, y en 2017 a la arquitecta catalana Carmen Pigem que junto a Rafael Aranda y Ramón Vilalta forma parte del taller creativo de arquitectura RCR Arquitectes, creado en 1988.

En virtud de lo anterior, tenemos que el Premio Pritzker nos lleva a la reflexión permanente sobre el compromiso de la arquitectura con la sociedad y que hoy más que nunca se enfrenta a la posibilidad de romper barreras territoriales y culturales, al grado de que dos arquitectas irlandesas desarrollen proyectos de gran escala en territorio sudamericano. Estos son, por tanto, los nuevos alcances de la arquitectura contemporánea, en la capacidad de vincular los espacios interiores con los exteriores, en la relación entre lo público con lo privado, y, sobre todo, en construir una identidad propia que sea lo suficientemente sólida y al mismo tiempo, consistente y respetuosa con el entorno sociocultural y ambiental. Además, queda por explorar lo que significa para la tradición que envuelve la designación del Premio Pritzker, el hecho de que sean dos mujeres las galardonadas y habrá que esperar el inspirador mensaje que darán en el discurso de la premiación. Ya que este es el momento culminante en el cual los ganadores dejan de hablar de sus obras, para pasar a comunicar lo más intimo de su ser y de sus vidas, que les permitió concebir tales obras por las cuales se les reconoce. La ceremonia de premiación del Premio Pritzker 2020 será un momento mágico en donde espero que Shelley McNamara e Yvonne Farrell nos digan algo más que sólo arquitectura.

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